El silencio acompañaba anoche a una de las procesiones más solemnes de Badajoz: la que partió del convento de las Clarisas Descalzas, en la plaza López de Ayala, y recorrió las estrechas calles del casco antiguo, luciendo obras de arte en bordados y orfebrería, sus valiosas insignias y elementos de gran valor, como el puñal de la Virgen de la Amargura. La imagen salió en procesión con Nuestro Padre Jesús de la Espina, uno de los Cristos más venerados en Badajoz, imagen de su Semana Santa.

Este desfile no lleva música, salvo el cornetín de órdenes. El único momento musical del recorrido tiene lugar en la plaza de España, con la actuación en el ayuntamiento del Coro del Conservatorio Superior de Música, hermano honorífico de la cofradía, que canta al paso de las imágenes.

DESDE LA MARGEN DERECHA Frente a la magnificencia de esta cofradía de silencio, al otro lado del Guadiana salía la hermandad más sobria de cuantas desfilan en la capital pacense: la de la parroquia de San Fernando y Santa Isabel, con sus dos pasos titulares, el Santísimo Cristo de la Angustia y María Santísima de la Misericordia. Los acompañaba un centenar de nazarenos, seguidos de cientos de vecinos de la barriada, que siguen a sus imágenes por todo el centro histórico de la ciudad, iluminándolos con su presencia.

Esta procesión es junto con la de San Roque, las dos más largas de la ciudad, pues viene desde la Estación, atraviesa el Guadiana por el puente de Palmas, devolviendo el monumento a sus orígenes, y recorre el casco antiguo, entrando en la carrera oficial pasada la medianoche. Es en puerta Palmas donde la hermandad realiza el Sermón de las Siete Palabras. En la plaza de la Soledad estaba previsto uno de los momentos más emocionantes, el reencuentro con la patrona y el intercambio de ramos de flores, según explicaba ayer el hermano mayor de esta cofradía, José Miguel Rico.

Cada paso volvía a sacar anoche crespones negros, así como los costaleros, en recuerdo triste del 11 de marzo.