Algunos se han convertido en ejemplos de rehabilitación urbana gracias a su nueva vida transformados en centros culturales o edificios de uso municipal, pero otros languidecen a la vista de un futuro incierto que no se sabe hasta dónde llegará. Los silos de cereal, las ‘catedrales del campo’ del franquismo, llegaron hace décadas a la España más rural para garantizar el alimento a una población que acababa de salir de una cruenta guerra. Se levantaron 900 en todo el país y más de una veintena en Extremadura para guardar trigo, maíz o arroz y pese a la singularidad que guardan, es poco el interés que han despertado entre los compradores.

El Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) puso en marcha en el año 2015 un plan para desprenderse de este patrimonio y sacó a subasta más de una veintena de silos en todo el territorio nacional, de ellos ocho en Extremadura. Fueron los de Montijo, Don Benito, Azuaga, Llerena, Villafranca de los Barros y Mérida en la provincia de Badajoz y los de Abertura y Trujillo en Cáceres. Su valor total superaba los siete millones de euros, pero en la mayoría los casos las sucesivas subastas convocadas han ido quedando desiertas. De hecho, el FEGA tan solo ha logrado vender tres, por adjudicación directa tras los fallidos sorteos y rebajando sustancialmente los precios fijados inicialmente en base al valor de tasación de los inmuebles.

Se han vendido los de Villafranca de los Barros, Mérida y Montijo. El resto aún siguen siendo propiedad del FEGA después de que nadie se haya interesado por ellos. De momento, seguirán cerrados y sin ningún uso a la espera de un mejor futuro ya que la entidad dependiente del Ministerio de Agricultura no prevé convocar nuevas subastas por ahora.

Pero, ¿para qué sirve hoy un silo? Los de Villafranca y Montijo han sido adquiridos por empresas agrícolas, lo que implica que en cierto modo conservarán su función original. El de Tierra de Barros, valorado en 315.524 euros, se adjudicó a Casfer Explotaciones Agrarias 1984 con una rebaja del 27% (249.256 euros) y el de Montijo, que salió a subasta por primera vez en 2015 por 2,62 millones, lo adquirió Mercoguadiana por 982.001 euros (una rebaja del 62% sobre el valor de tasación) a principios del año pasado.

Sin embargo, en el caso de Mérida no está claro el uso final que tendrá el edificio. Lo acaba de adquirir la empresa Gameroil, dedicada a la fabricación de lubricantes de automóvil, por algo más de 700.000 euros. La compra se cerró en 2015 pero no se ha formalizado hasta este mes de febrero y la empresa aún no ha decidido el uso que dará al edificio, pero sí señala que será necesario acometer una importante reforma. Una reforma que tendrá que esperar, porque el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura (TSJEx) ha impuesto en un auto medidas cautelares sobre el inmueble a raíz de un recurso interpuesto por Adenex.

Interés cultural

Y es que la venta del silo de la capital autonómica ha levantado una gran polvareda en la ciudad, pues se trata de un edificio muy singular y referente único de este tipo de construcciones en Extremadura. Es uno de los denominados ‘silos de tránsito’ y comparte fisonomía y características con los de Córdoba y Alcalá de Henares, que ya fueron hace años declarados bienes de interés cultural en la categoría de monumento.

En la capital autonómica, después de que el Fega anunciara la salida a subasta del silo, la Secretaría General de Cultura de la Junta inició el expediente para declarar el edificio bien de interés cultural a petición del Ayuntamiento de Mérida, pero posteriormente la propia consejería dejó sin efecto el acuerdo al estimar las alegaciones de algunos interesdos en el procedimiento y el consistorio acató la decisión.

La asociación conservacionista Adenex presentó entonces un recurso al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura (TSJEx) denunciando la desprotección del silo. El Fega continuó con el proceso de venta, pero según la asociación conservacionista el silo emerintese no se puede alterar ni destruir hasta que la sala se pronuncie al respecto.

Al margen de estos casos, lo cierto es que otros silos de Extremadura sí han logrado revitalizarse y hacerse un hueco en la sociedad actual asumiendo un nuevo uso. Es el caso por ejemplo del silo de La Albuera: tras 20 año sen desuso, en el 2011 y con la inversión del Plan E, la primera planta del gran almacén se habilitó como nuevo ayuntamiento ante los problemas de espacio del anterior consistorio. También en Coria las instalaciones del silo tienen otra actividad, en este caso se creó un Espacio de Creación Joven con pista de skate incluida. En Almendralejo, también con fondos del Plan E, se aprovecharon parte de las instalaciones del antiguo silo para construir la Factoría de la Innovación. Por último, en Trujillo, uno de los dos silos que tiene (el que no salió a subasta) se ha convertido en un centro para emprendedores.

Fuera ya de las fronteras extremeñas, quizá el caso más llamativo sea el del silo situado en Bello, Teruel, que se ha convertido en un hotel rural con encanto y observatorio astronómico.