«¿Y qué ha hecho usted para tener una vida tan larga?», le pretuntan. Su respuesta, siempre la misma: «Moverme mucho». Silveria Martín Díaz cumplió el pasado 20 de junio los 109 años. Si no es la mujer más anciana de Extremadura poco le falta, pero las estadísticas oficiales no reflejan datos concretos una vez superado el siglo.

Ella hace tiempo ya que pasó esa barrera y lo ha hecho con buena salud. «Ni tensión, ni azúcar, ni colesterol... no se tomaba nada más que una pastilla para dormir», cuenta su hija más pequeña, Leo, de 73 años y residente en Aldeanueva de La Vera. Habla en pasado porque Silveria tuvo que pasar hace tan solo una semana por el quirófano. «Se cayó el 1 de septiembre, se rompió el fémur y decidieron operarla; a pesar de los años dicen los médicos que los huesos los tiene fuertes y ha salido todo bien». Y ahora mismo está recuperándose en el hospital de Navalmoral de la Mata. «No deja de decirme que cuándo nos vamos ya para casa», cuenta Leo.

En realidad su casa es un piso de mayores tutelado en Losar de la Vera, donde Silveria vive desde hace un tiempo, aunque ahora cuando salga del hospital tendrá que trasladarse a otra residencia de mayores preparada para la asistencia que requiere. No será su primera mudanza ni mucho menos porque ya lleva varias en su longeva espalda.

Esta extremeña centenaria es de Talavera la Vieja, conocida como Talaverilla. Aquel pueblo cacereño que en 1963 se convirtió en embalse, en el pantano de Valdecañas. «Fue un momento duro, murieron muchas personas cuando se vieron obligadas a abandonar el pueblo». Y eso nunca se olvida. Allí nació Silveria, allí se crió, se casó con el tío José ‘el retratista’ -como le conocían sus vecinos-, allí nacieron sus cinco hijos y vivieron hasta que cumplió los 53 años. Hasta que llegó la orden de desalojo del pueblo y la familia tuvo rehacer su vida en otro lugar. Silveria y su marido pasaron un año en Rosalejo, el municipio de colonización en el que se asentaron el 80% de los vecinos de Talaverilla, pero luego acabó emigrando con sus hijos a Francia con sus hijos, a donde se marcharon para trabajar.

Tras un lustro en el país galo, el matrimonio se trasladó a Vitoria con su hija Leo. Allí falleció el tío José y poco después regresaron a su querida Extremadura. Ella siempre se dedicó a su familia y a su hogar, «le encantaba cocinar, hacer punto, ganchillo... no podía estar parada en casa, ha sido una mujer muy activa, la señora de la casa siempre», cuenta Leo. El resto de los hijos de Silveria -hay dos que ya han fallecido, Paco y Ana María- se quedaron en Francia. Allí están Inve, de 86 años, y Anastasio de 81. Y en Francia creció también parte de su familia. Tiene 18 nietos, varios biznietos y hasta tataranietos: «cinco o seis ya».