En el banco de un parque, al resguardo de un cajero automático, en una casa en ruinas, en la bañera de un piso en obras... Todos estos lugares se convirtieron en el dormitorio de José Manuel Luengo durante nueve meses. Las 24 horas las pasaba en la calle un día sí y otro también. Por las noches buscaba el abrigo para dormir; por el día andaba y andaba por Cáceres a esperar nada.

El es una de las 25.000 personas sin hogar que se estima que viven en la calle en todo el país --tres millones en Europa --y que ayer con motivo del Día Internacional de los Sin Techo se sumó al objetivo europeo propuesto por Cáritas y la federación de entidades que apoyan a estas personas: nadie sin hogar en el 2015.

Problemas familiares --está divorciado y tiene dos hijos--, la adicción al alcohol, las drogas y el cierre de su propia empresa de pintura, sector en el que llevaba trabajando 20 años, dejaron a José Manuel en el 2003 en la calle, con una mano delante y otra detrás --"bueno, tengo una parcela en Sierra de Fuentes, pero es para mis hijos", dice--. "Me metí en la mierda yo solito". Todos esos problemas agravaron su dependencia al alcohol, lo único que le importaba meterse para el cuerpo. "He llegado a estar 50 días sin comer, solo bebiendo". Esa era su única preocupación y buscar un lugar resguardado para dormir la borrachera, claro. Ahora lleva casi dos meses acostándose bajo techo en un centro de acogida, pero sigue siendo una "persona sin hogar".

Sabe que su problema con el alcohol es crónico, pero está dispuesto a controlarlo. "He tenido una vida muy jodida y quiero empezar de nuevo, nadie está en la calle porque quiere, detrás de cada uno hay una historia. Dormir al raso es la solución más fácil a tus problemas". José Manuel es una de las 16 personas que actualmente vive de acogida en el Centro Vida de Cáceres, de Cáritas, donde se les ofrece todo lo necesario para vivir a cambio de cumplir unas normas --ayudar en las tareas domésticas, no consumir alcohol ni drogas, respetar los horarios,...-- "Si no estuviera aquí seguiría dando vueltas por la ciudad todo el día, pidiendo para beber y buscando cobijo para pasar la noche, así un día tras otro".

Los problemas familiares, muchas veces causados por las adicciones, el desempleo o problemas psicológicos, son la cara menos visible de esas personas que pasan noche tras noche al raso en muchos lugares de la región. Estos factores están también detrás de las historias de Víctor Manuel Ganadero y José Manuel M. M., otros dos residentes del centro de acogida de Cáritas en Cáceres.

Víctor Manuel tiene 38 años, ha pasado pocas noches en la calle, pero no tiene hogar. Procede de Hospitalet d´Llobregat (Barcelona) pero parte de su familia vive en Monesterio. La muerte de su padre desestabilizó el núcleo familiar y comenzaron sus problemas: integrante de una banda de skins, consumo de drogas y alcohol, peleas familiares, juicios, malas influencias,... En ese tiempo estuvo viviendo con una pareja durante ocho años y tuvo a su único hijo, que hoy tiene 7 años y al cual no ve desde hace tres. Ahora es por el pequeño Víctor Manuel, pero sobre todo por él mismo, que ha plantado cara a su situación. "La asistenta social de Monesterio me envió aquí, al Centro Vida, y ahora voy a empezar un programa para desintoxicarme del alcohol. "Quiero recuperar mi vida por eso cuando me ponga las pilas quiero irme a un pueblo pequeño porque en el que vive mi madre ya estoy señalado por la gente".

La historia de Víctor tiene mucho en común con la de otro compañero del centro cacereño. En la vida de Juan Manuel también estaba muy presente el alcohol y las discusiones con su pareja que le obligaron a dormir en la calle en varias ocasiones, "con un cartón encima para que la gente de Cáceres no me reconociera". El desempleo ha sido clave en su deterioro. "Llevo mucho tiempo buscando trabajo, dos años y ocho meses. No conseguir nada en tanto tiempo te ahoga y buscas una vía de escape, a mí me dio por beber". Comía en comedores sociales y fue por su propio pie hace cuatro meses a pedir ayuda al Centro Vida, el tiempo que lleva sin beber.

El, cacereño, sí que tiene el apoyo de parte de su familia pero