«Tengo perros, tengo gatos, gallinas y me gustan hasta los insectos, pero quería una mascota diferente». Así fue como Snuki, un erizo africano hembra que ahora tiene seis años llegó a Jaraíz de la Vera y a la vida de Verónica González, una diplomada en Turismo amante de los animales. Cuando la compró era simplemente una especie exótica más, aunque poco vista en España. Un año después era un animal prohibido catalogado como especie invasora: «aquellas especies y subespecies que constituyen o pueden llegar a constituir una amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas, la agronomía, o para los recursos económicos asociados al uso del patrimonio natural», se especifica en la web del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.

Verónica tenía ganas de tener un animal como mascota, pero no uno cualquiera (ya tiene en una finca perros, gatos y gallinas) sino algo original, exótico. Buceó en internet y descartó su primera opción, un camaleón, porque requerían muchas atenciones y no eran fáciles de cuidar. «Le cojo mucho cariño a los animales y me daba miedo que se me muriera enseguida», dice. Así que comenzó a buscar otro tipo de animales y llegó por casualidad a varios vídeos tutoriales en los que hablaban de los cuidados del erizo africano. Localizó en Sevilla un criadero «legal» en el que se podían comprar y pagó los cien euros que costaba hacerse con un ejemplar y una cantidad similar por un terrario hecho a medida.

«Lo recibí en mi casa un día después de comparlo, por mensajería, y con un papel de cesión», cuenta del día en el que conoció a Snuki con apenas un mes, hace ya seis años. Sin embargo un año después de que el animal llegara a Extremadura se aprobó en el Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, y el listado (que incluye ya más de 200 especies o subespecies) recoge, entre otras, al erizo africano. Aún así esta joven jaraiceña aún tardó en conocer que sobre su mascota se había colgado la etiqueta de amenaza para los ecosistemas en España.

«¿Qué hacía ya? la tenía y no podía más que cuidarla y ya está, es muy dócil la pobre...», asegura. Se enteró en una visita al veterinario a raíz de algunos problemas que salud que comenzó a ver en el animal. «La veterinaria a la que iba en Jaraíz me aconsejó ir a una clínica en Cáceres que estaba especializada en este tipo de animales», recuerda. Y allí conoció a Alejandro Martín, veterinario experto en animales exóticos y uno de los integrantes de la clínica Azureus. Con él encontró la solución a los achaques de Snuki y recibió una noticia que no sabía cómo tomarse. «Me dijo que tenía la obligación de informarme de que (el erizo africano) estaba declarado especie invasora y que debería regularizar su situación». Podía conservarlo porque lo había comprado antes de que fuera ilegal, pero debía informar a las autoridades: para legalizar la situación era necesario un microchip e inscribir al erizo en el registro de especies exóticas invasoras que depende de la Dirección General de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura.

Poca difusión

Snuki es uno de los doce animales que forman parte de este listado, en el que hay también otro tipo de especies como mapaches, cotorras de Kramer, ardillas coreanas, coatíes o tortugas de Florida, según explican desde la administración regional. Pero que haya doce animales inscritos no significa que la cifra de mascotas catalogadas como invasoras en la región sea esa y de hecho se estima que es bastante superior, aunque muchas personas no las registran por temor a que se la puedan retirar o por desconocimiento.

«Es cierto que no se ha dado excesiva difusión a la necesidad de registrar a estos animales y es importante que se haga para que exista un control sobre ellos», reivindica el veterinario Alejandro Martín.

Cuando un animal se incluyen en el Catálogo de Especies Exóticas Invasoras (Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto) está prohibida, con carácter general su posesión, aunque se permite de forma excepcional para aquellos ejemplares que fueron adquiridas con anterioridad a la entrada en vigor de la normativa. En estos casos, el propietario deberá presentar ante la administración competente en materia de medio ambiente una declaración responsable de tenencia de ejemplares de especies exóticas invasoras, lo que conlleva además adquirir una serie de compromisos, como la identificación de manera única e inviolable del ejemplar (varía el sistema según el tipo de especie), el control veterinario, la esterilización en caso de mamíferos o la adopción de medidas antiescape.

Junto a eso el propietario de cualquier ejemplar de especie exótica (sea o no invasora) debe estar en posesión de la documentación acreditativa de la procedencia legal del individuo, como certificados comunitarios CITES (un convenio internacional de protección de especies), permisos de importación, facturas de compra o certificados de cría en cautividad; y debe tener toda la información registrada en el organismo competente.

Verónica fue dando todos esos pasos con Snuki, que ya es casi una anciana, pesa poco más de medio kilo y cabe en la palma de la mano. «Hice un escrito en el que informaba de que la había adquirido y que me comprometía a no reproducirlo y a no soltarlo y lo envié (a la Dirección General de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura) junto con el número de identificación del microchip que le había puesto», explica sobre los pasos que dio entonces.

Legalización

Los trámites para legalizar la situación del animal no le supusieron más que los 35 euros que costó ponerle el chip obligatorio. Y sin embargo la sanción a la que se exponía por no regularizar a su mascota superaba los 3.000 euros.

«No tenía ninguna necesidad de correr el riesgo porque no estoy haciendo nada malo. Tengo una mascota que compré con todas las garantías porque era legal y ahora debo cuidarla», defiende. Y eso desde hace seis años, aunque no es un animal que requiera excesivas atenciones más allá de vigilar la temperatura porque procede de zonas mucho más cálidas (el África Subsahariana) y en Extremadura incluso el verano es frío para este tipo de erizo. «En invierno le caliento una bolsa de goma de agua que le pongo dentro del terrario en el que vive y en verano basta solo con que le eche una manta para ayudarle a conservar el calor», explica. De no hacerlo, podría morir de hipotermia fácilmente. Pero más allá de esas precauciones es un animal independiente y noctámbulo que no requiere más cuidados que cualquier otra mascota exótica o común: «la alimento, le limpio el terrario cada 15 días, la baño y la esterilizo y la desparasito cuando corresponde, cada tres meses», dice. Eso sí, Snuki no sale de casa aunque sí la saca del terrario en ocasiones para que se mueva por la habitación.

«Siempre me he sentido un poco mal por comprarla, porque nunca había pagado por un animal siempre había adoptado, así que al menos intento que tenga todos los cuidados y que esté bien», dice sobre su relación con esta mascota, que comparte en la casa exotismo con un agaporni (es una especie exótica, pero no está considerada invasora), un tipo de loro de pequeño tamaño y muy colorido. «Ese sí me lo regaló un vecino que había criado varios polluelos», cuenta.

«En todo caso, no entiendo muy bien por qué se considera al erizo africano invasora, si no podría sobrevivir aquí con estas temperaturas», defiende la jaraiceña.

Alejandro Martín, como experto en este tipo de especies comparte esa opinión: «en el listado hay animales que no entendemos por qué están y entre ellos podemos citar al erizo africano», explica. Además cree que sería necesario mayor control con otras especies exóticas («que se les obligue a llevar chip») que aunque son legales ahora pueden llegar a suponer una amenaza.

Exóticas pero no invasoras

Muchas de las especies consideradas ahora invasoras eran solo mascotas exóticas hasta que en 2013 se aprobó el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. Cuando las especies exóticas no ostentan la consideración de especies invasoras, los requisitos legales para su posesión vienen determinados únicamente por las diferentes normativas que les apliquen. Por ejemplo, para el caso de aves alóctonas destinadas a la práctica de cetrería es preceptiva la autorización de tenencia de rapaces emitida por la Dirección General de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura, y para el caso de las colecciones zoológicas privadas que integren especímenes de especies exóticas, se requerirá la inscripción en el registro de la región para estas instalaciones.