No es país para construir. Aquí de siempre se lleva más el cainismo, hacer de francotirador para ir disparando periódicamente contra quien quiere salirse del rebaño, aunque se nos agote la lengua de tanto hablar de innovación.

Diez días de iniciada la campaña electoral, y a cinco de que termine, Pedro Sánchez y Albert Rivera aún siguen arrastrando la bola de hierro negra por haber intentado sacar a España de la fosa séptica institucional en que un gallego la metió rompiendo la Constitución en las narices del monarca al rechazar su obligación, y en el mismo día, y en el otro extremo, un osado pero bien arropado novato se pedía el segundo sillón y los servicios estratégicos del Estado, antes de que nadie le hubiera propuesto nada.

Eso dicen las encuestas, que estos dos últimos han sacado rédito de la irresponsabilidad, en el primer caso, y del atrevimiento en el segundo, aunque está claro que el sistema de formación de opinión pública en este país no pasaría una reválida democrática, aunque solo fuera porque grandes grupos financieros-de comunicación (es lo mismo) alimentan sin tapujos en este caso una vela en cada punta del arco político.

Ante eso, y en Extremadura, el Partido Popular demuestra que se ha recuperado bien rápido de la depresión post tortazo electoral de mayo, gracias a que el trámite de los presupuestos autonómicos ha sido un urbason gigante que le ha ensanchado los bronquios y colmado de endorfinas; del trance y la negociación con el PSOE salió resucitado antes de tiempo, y con las espaldas municipales más seguras al menos en las alcaldías principales.

Monago actúa como en la primavera de 2015, ese jovial político amigo del vestir informal que está "a favor" de todo, y que se maneja por los mercadillos aprovechando la prudencia popular como si el Gobex y sus cosas y casos no hubieran existido.

Los vientos de Madrid le vienen algo favorables, por ese cainismo nacional contra todo el que se atreve, y un conservadurismo asentado en una sociedad española que ya prefiere la mediocridad o el suicidio, antes que intentarlo y hacer algo nuevo.

Porque seguramente en la primavera de 2016 hemos vivido una edición nueva del tiro en el pie, colectivo, al haber malogrado un acuerdo a tres bandas PSOE-Ciudadanos-Podemos. Tanto clamar en la charla de calle por unos nuevos Pactos de la Moncloa, y qué poca responsabilidad histórica en secundar la cesión que hicieron Sánchez y Rivera , en la que tendría que haber estado la nueva fuerza emergente del arriba-abajo-transversal-anticasta-auditoría de la deuda-socialdemócrata y ahora hasta de Zapatero (el del 135).

"Si nos van a castigar, bienvenido sea el castigo", ha llegado a decir el presidente de la Junta y líder del PSOE Guillermo Fernández Vara , sobre esa paradoja de buscar una salida al país pero, aparentemente y según todos los sondeos, no ser mínimamente recompensados.

Unidos Podemos, que no son dos sino tres --Equo, IU y Podemos-- sigue acariciando a estas alturas del mitineo el poder arrancar un segundo diputado, en Cáceres, que sumar al de Badajoz.

Sonríe, nos dicen. ¿Pero es que hay motivos para sonreír? ¿O se puede pasar de la indignación del 15M a la sonrisa sin que haya corrido por la calle entre medias la sangre de la corrupción, la injusticia social y la estafa financiera, derrotadas? Cosas que chirrían en una fuerza renovadora, arrolladora en sus principios, pero que escoge vestirse con un celofán de colorines para que colectivamente salgamos todos a brincar detrás de la misma flauta engañosa, por mercadotécnica, que también toca de vez en cuando una multinacional charcutera al rogarnos que "nadie nos quite nuestra forma de vivir".

Si Ciudadanos tenía posibilidades en la provincia de Badajoz, lo que ha hecho estos días su líder Albert Rivera al dar la espantada para planificar el viernes pasado en Barcelona una gran jornada de afirmación de normalidad, no contribuye.

Pero pese a todo sí, Ciudadanos ya está aquí, entre nosotros. Ha ocupado y con creces el hueco que intentara UPyD, y ya es una fuerza a tener en cuenta para todo, con nuevas y buenas caras, y que purga sin contemplaciones las malas elecciones de líderes locales, aunque practica una política de acercamientos más o menos declarados, a izquierda y derecha (en Mérida y Badajoz), que no deja de sorprender.

El Partido Socialista sí trae al líder Pedro Sánchez este próximo martes en el mitin central que, y es todo un dato, tendrá lugar en Villanueva de la Serena y no en Badajoz como venía siendo. Sánchez , que se ha prodigado en la región todas las veces que se le ha llamado, y más, tiene vínculos políticos con esta tierra y además ningún dirigente socialista dejó de incluir en su agenda de campaña una comunidad históricamente ligada a Pablo Iglesias el de la barba, y pequeño granero de votos.

Pero además el Partido Socialista de Extremadura está tirando y con ganas de clásicos dirigentes como Rodríguez Ibarra , que el jueves dio mitin en Mérida y este domingo tiene otro programado, o de Federico Suárez , exsecretario provincial en Cáceres y al que se le ha escuchado en actos en el norte de la provincia con palabras bastante atrevidas. El cierre regional de campaña será como siempre en Olivenza, con alguna figura nacional.

Los datos les siguen dando ganadores en la provincia de Badajoz, y con algunos problemas más en la de Cáceres, y del equilibrio de fuerzas que salga en Madrid depende también a medio plazo el planteamiento autonómico en la segunda parte del año, con unos presupuestos que vuelven a depender del voto de Podemos. En un momento en que se adivina cierto respiro alivio económico en la Hacienda regional.

Aunque las encuestas digan lo que digan, hacer cábalas sobre el día después no es más que un ejercicio de entretenimiento, en muchos casos interesado. Rivera ha dicho que no votará a Rajoy para presidente, pero el de la credibilidad es uno de los problemas en la política española.

La izquierda sumaría ahora más que la derecha pero de momento con la ruina que España tiene encima las políticas no van a tener mucho margen, como nos podría explicar bien el griego Tsipras .

Es una realidad que habrá que tener muy presente antes de votar, la de qué distancia hay entre esas políticas casi obligadas, y lo que unos y otros prometen.