Soy el niño de tres años que mira a las alturas y, sin conocer aún el nombre de las cosas, diferencia las nubes, los tejados y las copas de los árboles, con gesto boquiabierto. Cada día, mi padre me enseña alguna palabra nueva, que aprendo con facilidad y media lengua. En el salón de nuestra casa hay un reloj muy grande, con dos pesas y un péndulo dorado, que marca las horas con sonido estridente. Mi padre lo para cada noche, cuando yo me acuesto, y mi madre me anima a dormir con un beso en la mejilla. Soy feliz, pero ni siquiera sé lo que eso significa.

Soy el niño de ocho años que una noche se despierta envuelto en lágrimas, preguntándose por qué la gente se muere. Voy a la escuela con mi hermana pequeña de la mano y la acompaño hasta su clase. En el recreo juego a los bolindres, el escondite y el pinche, por eso me limpio el sudor con las manos llenas de arena y llego a casa de mis abuelos manchado de churretes. Mi abuela canta coplas mientras nos prepara la merienda y yo me cojo siempre el trozo más grande de chocolate. Mi abuelo es policía y esconde la pistola en lo más alto del armario mientras se quita el uniforme. Me gustan los cromos de coches de carreras y los chicles de menta. Soy feliz, pero no soy consciente de serlo.

Soy el joven de once años que va a todos sitios silbando. Ya he leído Los hijos del Capitán Grant de Julio Verne y La Isla del Tesoro de Stevenson . Estoy interno de lunes a viernes en un colegio de jesuitas y por las mañanas nos despiertan con música de Beethoven . Juego a fútbol de defensa, con el número 2, y me gustan las chicas rubias, a las que sólo conozco por las revistas y el cine. Digo no al primer cigarrillo que fuman mis amigos. Digo no a la primera niña que besan mis amigos. Digo sí a mi profesor, Don Lorenzo , cuando me pregunta si quiero aprender a jugar al ajedrez. Me gusta el Real Madrid de la Quinta del Buitre y Loquillo y los Trogloditas . Mis padres me regalan mi primera radiocasete. Aquel aparato de doble pletina cambia mi vida. Soy feliz, pero solo me doy cuenta a ratos.

Soy el joven de dieciséis años que escribe poemas a escondidas y tiene una novia nueva cada fin de semana. Me peino con tupé y leo a Baudelaire . Me prometo a mí mismo que nunca más volveré a usar reloj. Tengo tres buenos amigos, con los que nunca hablo en serio. Viajo haciendo autostop y repito segundo de BUP por culpa del Latín. Mi padre se desespera conmigo, mi madre se preocupa conmigo, mi abuela se sienta a mi lado una tarde de invierno y me explica que la vida es muy corta y que hemos venido a este mundo a aprovecharla, a ser felices y, sobre todo, a hacer felices a los demás. Descubro los relatos de Borges , la música de Queen y el sexo sin remordimientos de conciencia. Soy feliz, pero no me sirve esa felicidad.

Soy el joven de veinte años que limpia cuadras de caballos por dos mil pesetas al día. Mis mejores amigos estudian en la universidad o tienen un buen trabajo. No sé qué hacer con mi vida. He empezado a estudiar por las noches y a escribir canciones. Quiero ir el año que viene a la universidad y dar forma a mi primer libro de poemas. Me gusta una muchacha que no me hace ni caso y yo le gusto a otras que no me interesan. Una tarde, me afeito la cabeza al uno y decido que nunca más usaré peine. El rock y el flamenco forman la banda sonora de mi vida. He descubierto la poesía visual, la pintura de Dalí y las películas de Wilder . Mi hermana cada día está más guapa. Cambio la máquina de escribir por un Pentium II. Soy feliz, pero siempre busco razones para no creerlo.

XSOY EL JOVENx de veinticinco años que graba su primera maqueta con su grupo de amigos. El fútbol ha dejado de interesarme. No creo ya en Dios ni los telediarios. Dentro de mí hay música y versos y sueños que sólo se pueden contar por escrito. Encuentro, por primera vez, el amor y, a ratos, también la paz. Viajo a China, a Italia, a Argentina. Publico un libro de poemas y estoy a punto de terminar el segundo. Estudio una carrera que cada día me gusta menos. Vivo en un mundo que cada día comprendo menos. Descubro la filosofía, la historia del arte y La oración de la Rana de Anthony de Mello . Vivo por primera vez solo. Me enamoro por primera vez de alguien que se enamora de mí. Paso más tiempo cantando que hablando. Soy feliz, pero estoy convencido de que no lo soy.

Soy el niño, soy el joven, soy el hombre. Nadie puede robarnos la juventud, sino nuestra propia vejez de espíritu, de ideas, de ideales. También desde el pasado se bosqueja el futuro como de la memoria se previene el deseo. También la virtud progresa en sus defectos tal como la felicidad se hace real en sus tristezas. Todo hombre conserva, aunque no quiera, rasgos del niño, y todo anciano guarda rasgos del hombre, y toda ceniza oculta luz de su incendio. Y hago míos los lúcidos versos de Caballero Bonald : Soy el que he sido / y en mi memoria trazo mi venganza, me lavo / con mi propia impureza . Y no dejo de crecer porque no dejo de creer ni de crear, porque no dejo de mirar a las nubes, a los tejados, a las copas de los árboles, con gesto boquiabierto. Y todo lo que soy y quiero ser no es otra cosa que yo mismo.