En los jóvenes, la precariedad es un eslabón previo a la temporalidad. La contratación irregular, la economía sumergida y los trabajos coyunturales con ausencia de derechos es por donde suelen transitar inicialmente. Pero además, esa temporalidad se va acomodando de forma directamente proporcional a la edad, el sexo o el grado de cualificación.

Nuestra tasa de temporalidad, del 42%, está muy ligada al uso de mano de obra intensiva por sectores poco competitivos o estacionales, evidenciándose el escaso peso del tejido industrial. Frente a ello, el antídoto reside en una disposición a la cualificación permanente, políticas activas para facilitar su inserción laboral, un cambio de cultura empresarial hacia la producción intensiva en capital, innovación e investigación; y la cercanía de los jóvenes a los sindicatos. Todo ello acompañado del control de las inspecciones de Trabajo.