"Está temblando la arquitectura de la monarquía constitucional", comenta Pedro Antúnez, historiador y exalcalde de Esparragalejo, en una tertulia sobre la corrupción en Mérida con otros cinco amigos. "Están temblando todos los cimientos del país", apostilla Paco Báez, comunicador, en el mismo encuentro. Los puntos de vista sobre los orígenes del problema y soluciones son múltiples. Pero la indignación y la preocupación son compartidas. Y al alza.

Cañas, refrescos y pinchos se mezclan con las lamentaciones sobre la deriva corrupta del país y las propuestas de mejora. El punto de partida es claro: corrupción es igual a lacra. Pero en la raíz comienzan las discrepancias. "No pongo la mano en el fuego por nadie. Todos tenemos un precio. La corrupción existe desde que hay instituciones", proclama tajante Pedro Antúnez, con experiencia en la política local. Aunque allí, asegura, no sea tan fácil "meter mano", porque no hay de dónde.

"No estoy de acuerdo", interrumpen Mercedes Carmona, abogada, y Loli Obrero, ama de casa. "Yo no creo que todos tengamos un precio, para mí el problema más bien es que hay políticos que no han doblado la espalda en su vida, cuando deberían ser gente preparada, que haya cotizado, que haya mamado el trabajo", alega Carmona. "Hay corrupción en todos los estratos", insiste Antúnez reiterando una idea reiterada en el grupo, "la clase política es carne de cañón con todos los casos que se conocen ahora".

"La corruptela del empresario también existe, no sé si es algo que va contaminando y afectando a muchos", aprecia Juan Fernández, empresario jubilado. "Sí, se contagia, como la gripe", bromea Báez. "Pero los políticos se protegen entre ellos, como ha pasado con la amnistía fiscal", advierte Miranda. Lorenzo Vallés, técnico industrial, apunta que "estaba claro que eso no podía funcionar bien, desde el momento en que se blanquea dinero sin saber quién está detrás".

Falta de control

En otros aspectos, sin embargo, Vallés intenta mostrarse optimista y recuerda que "hay mecanismos de control", aunque se ve obligado a especificar que "muchas veces, fallan". "Esto pone en peligro el Estado del bienestar", profundiza Báez.

"A mí lo que me preocupa es qué le voy a poder ofrecer yo a mi niño, que no va a ser lo que esperaba", concede Miranda, reconociendo cierta falta de motivación para levantarse. "Hay mucha gente resignada", señala Báez. "Y triste", apostilla Obrero. "También me sorprende que, con todo lo que está pasando, los intelectuales no digan nada. ¿Dónde están los sindicatos, el 15-M?", pregunta Vallés. "Es hora de que el pueblo actúe", propone Báez. Pero Antúnez reitera: "El problema es que hay una resignación generalizada".