Hoy ¿celebramos? el Día internacional de las mujeres. Quizás, por un lado, sí celebramos, conmemoramos los avances tan significativos que ha tenido la mujer en lo relativo a su participación social, política y económica en igualdad con el hombre. Pero también hoy reflexionamos y, por un día, nos paramos a hacer balance del estado de los derechos y la situación de la mujer. Por eso, todos los días deberían ser 8 de marzo. Porque aún hoy muchas mujeres se hallan en desigualdad de condiciones, de trato o de oportunidades sólo por el hecho de serlo.

Esa es la igualdad que se reclama, porque hoy no sólo celebramos y reflexionamos, también reivindicamos. Y lo que pedimos no es más que una mujer no sea descartada en una entrevista de trabajo por tener hijos; que una mujer no sea retratada como un mero objeto en los medios de comunicación; que una mujer esté protegida por la ley en situaciones de violencia; que una mujer no tenga que reclamar cierto reconocimiento por ser mujer; y que una mujer no sea tenida en cuenta por su capacitación, valía y trabajo al promocionar a un puesto de mayor responsabilidad.

Estas dificultades no las sufre en la misma medida un hombre y hasta que eso no deje de suceder, no habrá una igualdad real ni efectiva. Algo que es hoy más difícil aún de alcanzar por la situación de parálisis y el retroceso que vivimos en lo relativo a las políticas de igualdad, que no desarrollan ni tan siquiera las leyes y herramientas ya existentes.

Hace dos años que se aprobó la ley de igualdad entre hombres y mujeres y contra la violencia de género y no se ha ejecutado ni una sola medida que sirva para, tal y como pretende la norma, impulsar la igualdad de oportunidades, la igualdad de trato, las acciones positivas que eviten discriminaciones hacia las mujeres por razón de su sexo, y para la erradicación de cualquier forma de violencia hacia las mujeres.

Y hace casi año y medio que veía la luz la Ley de titularidad compartida de las explotaciones agrarias, sin que tampoco se haya puesto en marcha una sola medida para, tal y como es su fin, promover y favorecer la igualdad entre hombres y mujeres a través del reconocimiento jurídico y económico derivado de su participación en la actividad agraria.

Sobre el papel todo se ve muy bonito y se habla de transformación, reconocimiento, equiparación, responsabilidad, valoración, igualdad... y se nos llena la boca. Pero en el mundo real, no ha habido cambios sustanciales en los esquemas. Peor aún, todo se ha agravado además por la situación de crisis actual, que ha hecho que el desempleo se cebe con las mujeres. Dos de cada cinco mujeres extremeñas activas no tiene trabajo.

Así que, efectivamente, hoy ¿celebramos?, reflexionamos y reivindicamos el papel fundamental de las mujeres en la sociedad y la visibilización efectiva de dicho hecho y para ello, necesitamos medidas políticas que nos garanticen un desarrollo justo e igualitario.