--¿Cuál es la clave para que esos conflictos no surjan?

--Hay que prevenirlos. Y la prevención depende de muchos factores. En primer lugar, que se den unas condiciones sociales mínimas de convivencia, porque si convivimos en unas situaciones de infravivienda, de inseguridad legal, de falta o exceso de trabajo... en esos caldos de cultivo es fácil, aunque no justificable, que surja la violencia. Otro aspecto, fundamental aparte de la familia, es la escuela y los medios de comunicación social.

--¿Qué características tiene la inmigración en Extremadura?

--Extremadura es un fenómeno singular. Por una parte tiene muy pocos inmigrantes, supone aproximadamente un 3% de la población extremeña cuando la media española está en torno al 9%. Pero lo singular es que están concentrados en algunas zonas. Esto no es único de Extremadura, también pasa en algunas zonas de Murcia, por ejemplo. Talayuela es un laboratorio, también está La Vera y las recogidas de cosechas que realizan, fundamentalmente, minorías. Entonces, hoy por hoy, la inmigración en Extremadura no supone un desafío importante pero ya va siendo un fenómeno visible. No sólo en La Vera sino en otros lugares más tristes, más tristes --insiste--como pueden ser los clubs de carretera... Por lo tanto, hay que tomar actitudes de convivencia con lo diferente.

--Ha hablado de Talayuela como un laboratorio social ¿Qué conclusiones se pueden obtener de este municipio?

--Talayuela es un laboratorio antropológico, social y político del fenómeno de la inmigración. Porque es una población del 40% de inmigrantes, de los que casi un 90% son marroquíes, que convive sin mayores conflictos con la población nativa. Eso es muy singular. No hay que cantar victoria, hasta ahora no han existido mayores conflictos y esperamos que siga así. También hay una escuela con una población del 25 o 30% de inmigrantes y minorías étnicas.

--¿Quizá la importancia de Talayuela viene precisamente de que ya no es sólo el cabeza de familia el inmigrante sino que reside con su familia?

--Efectivamente, por una parte es un laboratorio e incluso hasta un ejemplo. Sin cantar victoria porque sí hay prejuicios.

--¿En qué medida se deben adaptar los inmigrantes a una nueva forma de vida y en qué medida las personas que conviven con ellos?

--Es una nueva forma de vecinos, entonces los dos se tienen que readaptar. Naturalmente, el que debe readaptarse un poco más es el que viene de fuera. ¿Hasta dónde llega esa readaptación que podemos exigir a los inmigrantes? Creo que los cambios llegan hasta donde es necesario para la convivencia. Si las mujeres llevan o no llevan velo, a nadie le molesta. Ahora, si existen prácticas que pueden herir los derechos de los demás... Mi libertad llega hasta donde empiezan los derechos de los demás. La convivencia no es fácil, es posible y si se lleva bien, es enriquecedora por ambas partes.

--¿Qué otros aspectos debe tener en cuenta Extremadura cara a la inmigración?

--Que Extremadura, al igual que otra comunidad como Andalucía, olvide que nosotros hemos sido inmigrantes, además de una amnesia histórica grave, creo que es una injusticia social. Nuestros primeros conquistadores y colonizadores fueron emigrantes, que se fueron a otras tierras en busca de un porvenir, de un sueño, de una utopía, huyendo del hambre... Tampoco hay que olvidar que tres millones de españoles, entre ellos muchos extremeños, se fueron a Europa después los años 60, y cinco millones, entre ellos también muchos extremeños, fueron a América Latina desde el año 1850 a 1950.

Los extremeños olvidamos, por el bienestar que ahora disfrutamos, que hemos sido pobres, que nos hemos visto obligados a irnos de casa para ganarnos el pan y comer. Y otros, de clase media como yo, también hemos tenido que salir de Extremadura porque aquí no había universidades. ¡Es que olvidamos estos fenómenos que son de ayer!.

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