"Soy agricultora y ganadera, pero en cualquier sitio me preguntan y tengo que decir que mi profesión es ama de casa". La de Ana María Núñez es una queja que comparten muchas extremeñas y desde hace muchos años. Tradicionalmente, las mujeres que viven en el entorno rural han colaborado en las tareas agrarias, primero con sus padres y después con sus maridos, en una labor poco o nada reconocida.

Para que eso cambie, la Junta acaba de aprobar un decreto por el que bonifica la incorporación a la Seguridad Social de las extremeñas que trabajan en el campo, mejorando la ayuda estatal existente. En concreto, el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino paga el 30% de la cuota durante los primeros cinco años de alta a mujeres de hasta 40 años, ayuda que ahora aumenta la Administración regional con un 20% complementario y que amplía a mujeres menores de 50 años (sufrangando el 50% de su cuota).

De este modo, se pretende incentivar la cotitularidad de las explotaciones, una "reivindicación histórica" de la Federación de Mujeres Rurales (Fademur), según indica su presidenta en Extremadura, Catalina García, que calcula que puede favorecer a unas 11.000 extremeñas. "Es necesario que, cuando un matrimonio trabaja en el campo, se considera un gasto incuestionable pagar la Seguridad Social del marido y, en cambio, la de la mujer sea extra y, por tanto, prescindible", argumenta.

Ana María, a la espera

Es algo en lo que ya llevaba tiempo pensando Ana María Núñez, que gestiona junto a su esposo una explotación ganadera en Salvatierra de Santiago. "Mi marido es ganadero, le encanta trabajar en el campo y ya tiene una cabaña bastante amplia, así que para buscar a otra persona, prefiero ayudarle yo", explica.

Con este planteamiento, no le ha quedado más remedio que aprender todas las tareas que conlleva este tipo de negocio, desde cuidar del ganado hasta manejar el tractor. "No me gusta mucho, pero todo es ponerse", reconoce. Lo que sí que le encanta es haber conseguido, "con esfuerzo y sacrificio", pasar de las 100 ovejas con las que comenzó a trabajar su marido a las 600 que tienen ahora y a las que se unen 40 vacas, 25 cerdos de cebo y 6 reproductoras, además de 15 hectáreas de olivar y 9 de viñedo.

Ana María también aprecia la posibilidad de vivir en el pueblo, donde crecen sus dos hijas (de 12 y 8 años), que ya van echando una mano en el campo si hace falta. Sin embargo, Ana María admite que es un trabajo muy duro: "No me importaría que en un futuro ellas se dedicaran profesionalmente a esto, pero si dan más ayudas, porque ahora exige mucho sacrificio", asegura poniendo como ejemplo la imposibilidad de salir de vacaciones en familia. "He ido alguna vez con las niñas, pero sin mi marido y no es lo mismo. Lo malo es que si contratas a alguien ajeno a la familia, no te cuida las cosas igual", detalla.

Pero pese a los inconvenientes, Ana María está satisfecha de haber elegido el campo como empleo y por eso está decidida y dar el salto a la cotización. "Ya llevamos un tiempo mi marido y yo planteándonoslo, así que vamos a aprovechar la oportunidad de tener esta ayuda", comenta animada porque pronto podrá decir lo que es: "agricultora y ganadera, no ama de casa".

Pilar, demasiado tarde

Como Ana María, Pilar Martín lleva tiempo esperando una ayuda para empezar a cotizar en la Seguridad Social. Sin embargo, para esta jerteña, la bonificación a la titularidad llega demasiado tarde. "Llevo desde los 10 años ayudando a mis padres a recoger cerezas y después he seguido haciéndolo con mi marido, que las cultiva en una finca de tres hectáreas", comenta lamentando que "después de toda la vida trabajando en esto, no va a quedar constancia en ningún sitio".

Desafortunadamente, Pilar supera en tres años la edad límite fijada por la Junta para conceder la ayuda. "Lo ideal hubiera sido fijarla en 55 años, pero al menos ya hemos conseguido diez más que el tope que fija el Gobierno central", asegura, desde Fademur, Catalina García.

Así lo considera también Pilar, quien pese a que no podrá disfrutar de la ayuda celebra que sí pueda beneficiar a otras mujeres en su situación, "las que vienen detrás". No obstante, no puede evitar echar en falta "que se hubiera ampliado un poquito más esta nueva subvención". O sea, dar algunas facilidades más para favorecer a mujeres que, como ella, llegan a cumplir jornadas que comienzan en torno a las seis de la mañana y hasta el mediodía y que continúan después en casa, donde se clasifica la fruta recogida antes de llevarla a la cooperativa.

Muchas horas de trabajo que no quedan registradas en ningún sitio. "Me hubiera gustado darme de alta, tener una garantía el día de mañana", reconoce Pilar al tiempo que comenta que es difícil hacerlo con la situación actual del campo. "Aún es un trabajo mal mirado, deberían dar más ayudas para que más gente desee trabajar en él, que también es bonito", sentencia.

Rosa, demasiado pronto

Ese atractivo del campo que destacan Ana María y Pilar también lo ha captado Rosa Sánchez.

"¿Has visto el programa Granjero busca esposa? Pues algo parecido me pasó a mí" , dice para explicar que, tras conocer por internet al que hoy es su marido, cambió Sevilla (su ciudad natal) por La Codosera, donde hoy trabaja "con pollos y ovejas".

Aunque estaba estudiando Prótesis Dental y sabe que lo normal es hacer el camino contrario, o sea, del pueblo a la ciudad ("la gente de aquí de mi edad (21 años) se va", reconoce), Rosa está encantada, "al menos de momento", con el cambio. "Siempre me han gustado mucho los animales y, además, como trabajo con mi marido, pasamos mucho tiempo juntos y eso vale un montón", constata.

Tiempo en el que se reparten el trabajo pero, si bien ella se siente capacitada para llevar a cabo cualquier tarea agraria --aunque sea con algún matiz como, ejemplifica, "dividir los sacos de 40 kilos en vez de cargarlos de una vez, como hace mi marido" --, admite que de las domésticas suele encargarse ella preferentemente.

En todo caso, considera que su actividad profesional está en el campo, pero no tiene previsto acogerse aún a las ayudas a la cotitularidad. "Con la crisis es un mal momento, porque solo te bonifican una parte de la cuota de la Seguridad Social y durante cinco años. No está el campo ahora como para buscarse más gastos", afirma al tiempo que defiende que, como es joven, le quedan muchos años para cotizar.

Además, teme que convertirse en cotitular de su explotación le reste opciones a su marido para obtener ayudas. Sin embargo y dado que su futuro está en el campo --"ahora mismo no lo cambio", reitera--, no descarta darse de alta próximamente. Entretanto, se queja de que el trabajo de las agricultoras y ganaderas esté poco reconocido, pero los cuatro años que lleva en La Codosera ejerciéndolo le dan argumentos para que eso cambie.

María, el ejemplo

Para María Rodríguez no es tarde para solicitar las ayudas a la cotitularidad, es tardísimo. A sus 61 años, no aspira a obtenerlas, sino solo celebrar que se consigan. "He trabajado toda mi vida en la agricultura y he luchado a nivel sindical por conseguir mejoras, así que este tipo de avances me alegran mucho".

María se define como "mujer del campo sobre todo" y es el ejemplo vivo de la marginación a la que han estado tradicionalmente sometidas a las agricultoras. Por ello, hace un llamamiento a estas para que "aprovechen estas ayudas y tomen el lugar que merecen".