Cada vez son más los estudios que apuntan a las consecuencias que pueden derivarse para la salud mental el trabajar en un matadero. Así, en Estados Unidos se han detectado casos de estrés postraumático, un transtorno ligado tradicionalmente a militares o periodistas que han sido corresponsales de guerra. Según un estudio realizado por la Universidad de Colorado en 2015, este desorden tiene como causa la convivencia constante con la muerte violenta, arrebatada a seres vivos y rodeada de sangre. El estrés postraúmatico es más común en los grandes mataderos industriales por la «alienación» a la que están sometidos los trabajadores. Este mismo estudio aconseja reducir el procesado de productos de origen animal no sólo por lor que ocurre dentro de las industrias intensivas, sino también por el «impacto negativo» que éstas tienen sobre el medio ambiente y los vecinos de las zonas donde se sitúan. Por ejemplo, el Departamento de Salud del Reino Unido reveló en 2017 que las personas que viven a menos de 150 metros de granjas intensivas porcinas podrían «estar expuestas a organismos resistentes a múltiples fármacos» en el aire que respiran, entre otros riesgos.