El desembarco de la extremeña María Antonia Trujillo en el Ministerio de Vivienda no fue un camino de rosas. Más bien al contrario, fue el desenlace de un largo proceso en el que al menos tres políticos de la región le precedieron en la lista de posibles ministrables .

Así lo cuenta el libro Las Zapatistas , escrito por la periodista Inmaculada Sánchez, actualmente subdirectora de la revista El Siglo de Europa. Según esta publicación, desde el primer momento el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quiso tener a un extremeño en su gabinete y, como ya se había especulado, habría realizado una oferta firme en este sentido al presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, quien no aceptó esta posibilidad.

A partir de ahí comenzaron a barajarse nombres de miembros del Gobierno extremeño que podían ser cedibles al Ejecutivo nacional. Inmaculada Sánchez asegura que el primero de esta lista fue el consejero de Sanidad y Consumo, Guillermo Fernández Vara, a quien se propuso para ministro del mismo ramo. Según Las Zapatistas , el consejero "cumplía todos los requisitos salvo uno: su condición sexual. Hechos los repartos el Ministerio de Sanidad correspondía a una mujer". Tras ello, indica que Rodríguez Ibarra pensó en el nuevo Ministerio de Vivienda, "que pretendía que tocara a un extremeño para que pudiera servir de escaparate y referencia de la política que el Gobierno regional había llevado a cabo en Extremadura en este área".

Así, descartada Sanidad, era la vivienda el destino idóneo y su posible titular Javier Corominas, al que se define como "el hombre que había diseñado y puesto en pie la la estrategia de la Junta en los últimos años de una agresiva y original política contra la especulación". Pero de nuevo Zapatero insistió en que el puesto debía ser para una mujer.

Fue entonces cuando se barajaron dos nombres: los de las consejeras de Fomento, María Antonia Trujillo, y Presidencia, Casilda Gutiérrez. La historia ya sabe todo el mundo como terminó.