Tiene hijos y nietos a los que ayudar o incluso, algunos meses, mantener; todos en edad de trabajar pero el mercado sólo les ofrece alternar, cuando hay suerte, contratos precarios de corta duración. Él hace años que se jubiló pero ahora, cumplidos ya los 70, vuelve a coger «arreglos» que le salen para «ir tirando». Actualmente se dedica a cortar la leña de las encinas secas a golpe de cuña y maza cuando no se puede hacer con sierra eléctrica. Tiene su ‘taller’ en una urbanización de parcelas a las afueras de Badajoz desde donde también vende directamente la leña cortada. Con ese «apaño», que cobra en dinero negro, dice que puede «respirar» cuando llega final de mes.

Este vecino pacense es sólo un ejemplo de la situación que viven muchos pensionistas en la región. Tienen la necesidad de acceder a un ‘minijob’ (un trabajo de pocas horas, el término viene de Alemania) para poder seguir ejerciendo el papel de ‘renta básica’ en su familia. No hay datos oficiales que reflejen esta realidad, puesto que la mayoría de estos empleos extras funcionan dentro de la economía sumergida como única manera de que supongan un incentivo más a la paga mensual, pero según las cifras que maneja UGT, basadas en las estadísticas del INE de mayores de 65 años que siguen empleados y la propia experiencia del mercado negro, se deduce que aproximadamente el 30% de los pensionistas de la comunidad (uno de cada tres, esto es, unos 60.000 del total), precisan un ‘minijob’.

Así lo explica el secretario de Formación y Empleo de UGT-Extremadura, Teodoro Casares, quien añade que la mayoría son autónomos, cuya pensión es más baja que la media --la cual ronda los 750 euros-- que siguen haciendo trabajos «principalmente en el sector agrícola, como arreglar facturas o tareas similares».

JUBILACIÓN ACTIVA / Casares recuerda que desde hace dos años existe la jubilación activa: se puede contabilizar el 50% de la pensión con la realización de cualquier otro trabajo, ya sea por cuenta propia o ajena. «Pero no el caso, porque casi todo es en negro porque viven en una situación precaria», asegura.

De hecho, tal y como ya denunciaron desde CCOO-Extremadura, uno de cada tres pensionistas de la región está en riesgo de pobreza, y curiosamente, es el mismo porcentaje de mayores de 65 años que mantienen actualmente a hogares donde todos los miembros están en paro. Además, el 44% de las pensiones en la comunidad extremeña --las más bajas del país-- precisan del complemento de mínimos. «Llega un momento en que la pensión del abuelo ya no da para más», subraya Casares.

Desde CCOO alertan de que la realidad descrita podría agravarse en un futuro porque, según la proyección de población del INE, el 40% de los extremeños tendrá más de 65 años en el año 2029. H