Hablando en términos deportivos, la situación hace mucho que hubiera derivado en escándalo. En las citas electorales celebradas hasta ahora en Extremadura, el PP ha salido derrotado en sus confrontaciones con el PSOE en 20 ocasiones, y solo venció en una por la mínima. Incluso si se elimina la etapa anterior a la conversión de Alianza Popular en Partido Popular y la desintegración paralela de UCD que dio lugar a que muchos ucedistas se incorporasen a la nueva derecha, el resultado sigue siendo como para pensárselo: 15 citas electorales ganadas por el PSOE por la ya mencionada del PP.

Ni el cambio de entrenador -- Juan Ignacio Barrero por Luis Ramallo, y Carlos Floriano por Barrero-- ni el de capitán --Vicente Sánchez Cuadrado por Adolfo Díaz Ambrona, Barrero por Sánchez Cuadrado, Floriano por Barrero-- han dado resultado. Solo en la lejana era preautonómica, en las elecciones generales de 1977 y 1979, la derecha o el centro derecha lograron imponerse, con sendas victorias de UCD. Desde ahí, una travesía en el desierto a la que no se ve el final.

La etapa de unificación entre AP y UCD fue protagonizada por Luis Ramallo. Sin embargo, mientras lideró la derecha extremeña, no llegó a disputar la Presidencia de la Junta a Juan Carlos Rodríguez Ibarra una vez iniciada la andadura autonómica, ya que fijó sus miras en el Congreso. En su lugar, Adolfo Díaz Ambrona, en dos ocasiones (83 y 87), y Vicente Sánchez Cuadrado, en una (91), se midieron al líder socialista, con fortuna pareja: en todas las citas Ibarra les duplicó en votos.

La misma situación se dio en las elecciones generales celebradas en ese periodo.

Expectativas defraudadas

En 1993, Ramallo deja la Presidencia del PP extremeño en manos de Juan Ignacio Barrero, ya que los estatutos del partido prohíben simultanear este cargo con el de diputado.

Tres años después, y coincidiendo con el inicio de la edad dorada de los populares a nivel nacional, el PP logra lo que parecía impensable. En las autonómicas, y con Barrero debutando como candidato, pierden, sí, pero quedan a 29.000 votos del PSOE, lo que significa que están a cuatro escaños y que Ibarra no logra, por primera (y única) vez,mayoría absoluta.

Además, en las municipales celebradas a la vez se hacen con importantes feudos en la región, entre ellos las alcaldías de las tres capitales.

En las generales de 1996, en Extremadura los populares reciben un aviso: la diferencia con el PSOE queda en 58.000 votos.

Los augurios no tardan en concretarse. En la cita autonómica de 1999 el PSOE recobra la mayoría absoluta, incrementa su ventaja hasta los 54.000 y rompe la ilusión de que era posible derrotar a Ibarra. Al menos, los populares conservan las principales ciudades, y en casos como el de Mérida mejoran resultados y logran mayoría absoluta.

Esta situación da lugar a un cisma. El alcalde de Mérida, Pedro Acedo, avalado por sus resultados en la capital autonómica, exige un cambio en la dirección regional. Acusa a Barrero de despreocuparse de las zonas rurales, de haber sido un candidato a la fuerza (Barrero había confesado que no le sentó bien que le hiciesen renunciar a la Presidencia del Senado para luchar contra Ibarra), de no aparecer por Extremadura y de haber dejado pasar una oportunidad única.

La división se plasmó en un congreso de 1999 en el que Acedo, apoyado por Ramallo, se enfrentó a Barrero. No ganó, pero el 26% de votos que obtuvo (Barrero se hizo con el 67%) significó una cuña muy difícil de ocultar. También quedaron de ese congreso frases del ganador donde no se apreciaba ni un gramo de autocrítica, culpando de la derrota en las autonómicas al hundimiento de IU y a que en las zonas rurales faltaba "madurez política" para enfrentar "la demagogia del PSOE".

Floriano sin Ibarra

Con todo, su victoria en el congreso sólo significaría a la postre un año de prórroga. En el 2000, el PP le buscó una salida, nombrándole presidente de la empresa pública Ence. Antes, Barrero aún tuvo tiempo de arrogarse la victoria en las generales, única ocasión en la que el PP ha vencido al PSOE en Extremadura, con una diferencia de 17.000 votos.

Barrero cedió el testigo a su delfín Carlos Floriano, en el que muchos depositaron la esperanza de victoria. Acedo guardó el sable y esperó, incluso manifestando que había conseguido su objetivo, el de renovar el partido. El del 2002 fue de los pocos congresos populares tranquilos que se recuerdan.

Poco duró la calma. En el 2003, de nuevo la derrota. El joven Floriano no sólo no logró romper la mayoría absoluta del veterano Ibarra, sino que sacó menos votos que Barrero en el 99 mientras el PSOE obtenía el mayor número de votos en unas autonómicas, ampliando la diferencia entre ambos partidos hasta los 86 sufragios.Además, se levantaron voces en el partido contra la actuación de Floriano que había hecho perder la Alcaldía de Plasencia.

Acedo, que había revalidado su mayoría en Mérida, volvió a dar un paso adelante y plantó cara para el congreso del 2004. Sin embargo, sus opciones se vieron frustradas por el escándalo sexual que estalló en Mérida y que afectaba a una concejal de su equipo de gobierno y a su propio hermano. Por ello decidió apoyar al exdelegado del Gobierno, Oscar Baselga.Fue un congreso duro, con acusaciones muy graves de manipulación, presiones y comportamientos antidemocráticos. Ganó Floriano con el 70% de los votos apoyado por personajes de peso como el alcalde de Badajoz, Miguel Celdrán, y el de Don Benito, Mariano Gallego, pero la herida no se cerró.

Celdrán gana el pulso

Mientras Floriano iba configurando su equipo de fieles (Cristina Teniente, Pilar Vargas, César Díez Solís,...) y apartando a personas que habían tenido un gran protagonismo como Antonio Guerrero o Javier Casado, crecía su dependencia del PP de Badajoz, gobernado por Celdrán y con Monago como segundo.

La estrategia saltó por los aires en las autonómicas del 2007. Ibarra ya no estaba. Debutaba Fernández Vara "que no es lo mismo ni de lejos", según se escuchaba entre los populares. Era el momento del asalto a la Presidencia, antes de que Vara pudiese consolidarse. El resultado fue que Floriano se quedó clavado en los mismos votos que en el 2003, mientras que Vara lograba más de los que nunca había conseguido el PSOE y la ventaja se iba hasta los 93.000 sufragios.

Además se perdían las alcaldías de Cáceres y Mérida (Acedo no se presentó).

Con todo, los disidentes aunque en privado mostraban su enojo, no lo hacían público por la inmediatez de las generales. Ahí hubo otra vuelta de tuerca, Floriano decidió encabezar la lista por Cáceres al Congreso, lo que indicaba que se marchaba, mientras en Badajoz, el PP pacense copaba por influjo de Celdrán casi todos los puestos. Para colmo, mientras el PP subía en todos sitios, allí donde Floriano iba de número uno perdía votos.

La frágil tregua se había roto. Acedo exigía un congreso "ya", apoyado cada vez por más voces. Floriano daba muestras de desorientación: de decir, de manera incomprensible para muchos, que seguiría presidiendo el Grupo Parlamentario Popular pese a no ser diputado, a ceder el testigo poco después a Díez Solís.

Intentó una última jugada: asegurar su sucesión con Monago, cediéndole su escaño de senador a espaldas de Celdrán. El alcalde de Badajoz tardó 20 horas en deshacer la jugada, lo que ha provocado un cisma, otro más. El silencio de Floriano y la reacción de la dirección regional del PP --una nota de 12 líneas donde no se aclara nada-- evidencian una desintegración del poder en el seno del PP.