TSte trata de mi hijo. Ni es un atleta, ni un astro con el balón de fútbol. No nació para este deporte. No sólo lo digo yo, también su madre, y si una madre lo dice, ya podéis imaginar que es un juicio muy fundado. Tiene 10 años y habrá sido titular en un 10% de ocasiones. Por tanto, también lo dicen los diversos entrenadores que ha tenido. Ahora, jamás se pierde un entrenamiento, ni un partido. Y si ganan, aunque sólo haya jugado 10 minutitos, que son la mayoría de las veces, tan contento.

La pregunta

Lleva varios años diciéndome: "Papá, yo quiero ser jugador del Real Madrid". Para compensarle, los abuelos le compraron la equipación oficial. No ha hecho la comunión con ella porque la madre tiene estilo. Por cierto, carísima.

Hace un par de años marcó un gol contra un equipo bastante flojo. "Papá, ¿crees que si me vieran los del Real Madrid, me ficharían?".

El consejo

Estaba claro que no se iba a conformar con la equipación. Decidimos inscribirle para las pruebas del Real Madrid. Y entonces empecé a educarle con mensajes del tipo: "No te ilusiones, lo importante es participar, sólo pasan 11 niños de 10.000". Vaya forma de educar. Miedo, por instinto de protección.

El gran día

Llego el día y a las cuatro de la madrugada --no nos teníamos que levantar hasta las ocho-- estaba a los pies de mi cama perfectamente uniformado y me dice al oído. "Papá, ¿nos vamos?".

Por fin nos levantamos. Y me faltó un minuto para repetir los consejitos del miedo. "Tu disfruta, no pasa nada si no te seleccionan, lo importante es que estás aquí".

¿Para qué enseñamos y educamos así?