Dice Goethe que todos vivimos del pasado que, a su vez, medimos en años, con su collar nostálgico de lo vivido, luego idealizado, y al que sigue el soñado porvenir. Por eso siempre estamos en camino temporal, queramos o no. Es nuestro sino. Y peor será si no es así. Pues, según Anatole France , el porvenir es un "lugar cómodo para colocar los sueños", en ese camino de tiempo que, si lo construimos, tiene rango de historia.

Los sueños, si alguna vez se truncaron, otros renacerán, pues la esperanza es dulce aguijón que nos espolea en la búsqueda de un horizonte mejor, ya que saber "colocar los sueños" es poder vivir más felizmente. Eso sí, entre el deseo, la duda y el temor al fracaso porque, quizás, sean utópicos. Mas no desistamos en el empeño sin agarrarnos con optimismo a esos pequeños placeres que tanto nos satisfacen. Lo que nos lleva al horaciano Carpe diem y al "hoy es siempre todavía", de Antonio Machado , del que extraeremos todo su jugo vital. Consejos que ilustra el proverbio árabe: "Si lo pasado ha huido, y lo que esperas está ausente, el presente es tuyo". Un presente que, en estas fechas de Navidad, es eufórico y alegre, donde bulle la magia del día de Reyes, encendiendo los ojos de --casi-- todos los niños del mundo. Alegría que nunca será gratuita, sino vivo empuje humano y vigor anhelante ante el futuro, que, con raíces en el pasado, es trampolín para ser más dichosos, pero no sillón para la holganza, pues el país, hoy, espera mucho de nosotros.

El último día es el último trago de unas horas que bebemos entre nostalgias y fiestas, despidiendo lo vivido. Y es puente entre lo ido y venidero, a caballo de ese tiempo que, según Borges , es la sustancia de la que estamos hechos, que nos sostiene y nutre. Tiempo que sentimos y sufrimos bogando en el río del acontecer, mientras diseñamos nuestra biografía, que se hace entre recuerdos entrañables y momentos aciagos. No lo matemos. No lo perdamos. Y nunca vivamos a contratiempo, porque los hados de la suerte son remisos a favorecer los caprichos que tan caros nos cuestan cuando la frivolidad se apodera de nosotros.

Ese último día, siempre bullanguero, ante la cuesta jovial de la Epifanía, es llave que nos abre la esperanza de una nueva vida, con espíritu de cívica grandeza y dignidad que vibraría en el discurso navideño del rey Felipe VI , quien, con prudente acierto, nos ha dado sabias consignas para potenciar el futuro de una España fértil, próspera y en paz.