"Al principio nos cambió un poco lo cotidiano, pero nos hemos acostumbrados como si tal cosa. Comprábamos las garrafas o nos traía agua mi hija que vive en Quintana". Así contaba sus últimos 15 días uno de los matrimonios de avanzada edad vecinos de La Guarda. Esta pequeña pedanía de Campanario ha vivido las dos últimas semanas sin consumir el agua del grifo. En su caso, han gastado pocas garrafas porque como ellos mismo indican, "somos solo dos personas y teníamos suficiente para beber y hacer la comida porque para lavarnos sí usábamos el agua corriente".

Un caso muy distinto al de Evelyn Kamara con seis personas en su familia. "Hemos consumido muchas garrafas, y gracias que tenemos familiares en Campanario y en Quintana que nos han traído agua, que si no, el gasto hubiera sido mayor". Llegó a esta pedanía hace seis meses procedente de Barcelona. "Pienso que llevan años bebiendo este agua y no les ha pasado nada, pero lo cierto es que yo me he asustado". De hecho, asegura que tardará tiempo en volver a beber agua del grifo.

Evelyn confiesa que durante estos días lo peor ha sido para los niños por la costumbre de beber directamente del grifo. "Tenía que estar todo el día encima de ellos diciéndoles que no bebieran de ahí, y ellos también cansados de tener que llevar la botella de agua todos los días al colegio".

La Guarda es una pedanía en la que viven apenas 70 personas. Con un solo bar que regenta la delegada del ayuntamiento de Campanario. En él se amontona un palé entero de garrafas de agua que el consistorio compró el jueves para repartir a los vecinos. Esperando a que abra sus puertas, tres clientes --uno de ellos vecino del lugar-- coincide con los demás en restar importancia al asunto. "En realidad se le está dando más relevancia de la que tiene, y además, ya tenemos agua".