Es evidente que Vara y su gobierno quieren una u otra puerta: Podemos o el PP. La tercera opción que sería la prórroga de los presupuestos parece descartada de momento, pues supondría no poder desarrollar su programa electoral y, en consecuencia, incumplir buena parte de las 60 medidas que constituyeron el programa electoral del PSOE y el propio discurso de investidura del actual presidente. Cabría una cuarta opción, un adelanto electoral, pero la misma ni siquiera aparece en la mente de los socialistas visto el panorama inestable y de desgobierno que ha acarreado el 20-D.

Pactar con el PP no resulta descabellado. Ya en 1995 lo hizo Ibarra en una jugada maestra cuando el PSOE tuvo su primer gobierno en minoría. Cansado de la imposibilidad de alcanzar un entendimiento entonces con Izquierda Unida y su dirigente, en este caso Manuel Cañada, llamó al popular Juan Ignacio Barrero y cerró un acuerdo del que pudo sacar tajada el PP con inversiones en las grandes ciudades donde gobernaban.

El PSOE salió airoso de la negociación, lo que de algún modo desestabilizó a Izquierda Unida que, unido a otros factores, acabó por romperse e Ibarra recuperó la mayoría absoluta un año más tarde. Y el PP, por su parte, pudo vender que había dejado atrás su posición más radical dado que se avenía a negociar con los socialistas cuando se trataban cuestiones vitales para la región.

Es evidente que el panorama es muy distinto. Podemos no tiene nada que ver con la Izquierda Unida de antaño ni sus dirigentes tampoco, pero, además, el poder de la vieja formación de izquierdas iba en declive y la de Podemos es ahora emergente. Así y todo, lo que podría considerarse imposible, que es que izquierda y derecha se unieran para pactar, ya ocurrió, lo que refuerza la tesis de que el PSOE puede negociar a dos bandas.