Porque se hayan caído 800.000 aviones no vamos a dejar de volar". Bea lanza su mensaje pocos minutos antes de subirse al autobús que la llevará a Corcubión, un pueblecito gallego de 2.000 habitantes donde estará recogiendo chapapote hasta el próximo domingo. Es medianoche del jueves y 57 alumnos de la Escuela de Formación del Profesorado en Cáceres conforman una nueva expedición solidaria.

Hace pocas horas que se han enterado del accidente que ha tenido el autobús que regresaba de Galicia con 45 compañeros suyos a bordo. Pero los estudiantes han dado la talla y llegan al edificio de Servicios Múltiples cargados con sus mochilas. El cátering de El Puchero les ha donado la cena y el decanato de la facultad ha corrido a cargo de los gastos del viaje. El resto, no es más que solidaridad.

Fran Güeto defiende la iniciativa como "un deber ciudadano" y asegura: "A Galicia debería ir todo el mundo, a una guerra no debería ir nadie. Estamos cansados de lo que nos dicen los políticos porque hay cosas más importantes que defender en este país, como la contaminación, por ejemplo".

UN ENCUENTRO

El autobús de la empresa Autocares Gil llega puntual al lugar de encuentro, donde no falta el decano de la facultad José María Corrales, que alienta a los alumnos y destaca su capacidad de entrega.

Entre ellos está Macarena Sánchez, de 23 años y estudiante de tercer curso de Magisterio Musical. Es una de las coordinadoras de la expedición y no le falta ánimo. "Lo del accidente nos ha tocado de cerca, pero la solidaridad puede más que este incidente".

Macarena habla del proyecto con una ilusión contagiosa. "En Galicia tenemos un coordinador que se llama Jorge. Creo que trabajaremos desde las diez de la mañana hasta las 16.30. Estaremos en un polideportivo y volveremos a Cáceres el domingo por la noche".

A las doce en punto el autobús inicia un largo viaje. Los estudiantes se abrazan y saludan a los amigos que acuden a despedirlos. A las cinco de la tarde de ayer Macarena llama desde Galicia, donde llegaron poco antes del mediodía. Cansados, pero con mucho ánimo, bajaron a la playa a la una y no regresaron hasta las cinco de la tarde. "Está mereciendo la pena, la gente aquí nos está tratando de maravilla. En el polideportivo tenemos buenos colchones y mantas nuevas. ¿Comida? Toda la que queramos". Una vez más, Extremadura da la talla contra el desastre del Prestige .