Extremadura envejece. Si en la actualidad el 20,9% de la población extremeña tiene más de 65 años, dentro de quince años la previsión es que los que alcancen esa cifra ya sean el 30,6%. Eso significa que prácticamente uno de cada tres extremeños superará la edad tradicional de jubilación, que la sociedad será cada vez más envejecida y que habrá menos población joven. Es lo que evidencia el último estudio de proyección de población elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que prevé además una importante pérdida de habitantes en la comunidad: habrá 88.400 extremeños menos en el año 2035, prácticamente el equivalente a que desapareciera toda la población de Cáceres.

Y este descenso supone que Extremadura bajará del millón de habitantes y se quedará con 954.000 personas en ese año. Esto no ocurría desde principios del siglo pasado. El primer dato por debajo del millón que aparece en los registros data de 1910, cuando se contabilizaron 991.000 habitantes en la comunidad. Será la tercera comunidad española con un mayor decrecimiento vegetativo, solo superado por Asturias y Castilla y León. Pero también habrá diferencias entre las provincias: Cáceres sufrirá una caída de población superior al 11%, mientras Badajoz perderá casi la mitad, un 6%.

Esto es lo que dicen las previsiones si se mantienen las tendencias demográficas actuales, es decir, un progresivo descenso de la natalidad mientras los decesos se incrementarán este año por la pandemia de covid-19 pero se normalizarán, aunque en cifras elevadas, en los próximos años.

Las causas

Según el estudio del INE se prevé que los nacimientos desciendan más de un 12% en los próximos 15 años. Nacerán unos 6.500 bebés al año en la comunidad frente a los 7.500 de este año 2020. Y el número de muertes será prácticamente el doble que el de nacimientos. Se prevén más de 11.500 fallecimientos en Extremadura en el 2034, una cifra ligeramente inferior a la que se espera cerrar este año 2020 (11.900 muertes) que será más elevada que años atrás por la afección de la pandemia (se prevén 750 decesos más que en 2019). Pero aún así, en ningún caso esa mortalidad, que se espera que se normalizará a partir del 2021 y se quedará prácticamente estancada en los próximos años, no se podrá contrarrestar con los nacimientos, que no dejarán de caer año tras año.

Tampoco se esperan grandes fluctuaciones en las migraciones. De mantenerse las tendencias actuales, el saldo migratorio con el extranjero entre 2020 y 2034, sería positivo en Extremadura en 1.227 personas, y en cuanto a la migración interior, Extremadura presentaría un saldo migratorio interautonómico negativo (-1.509).

La consecuencia directa de estos indicadores es que Extremadura, además de perder habitantes, tendrá cada vez una población más mayor. Esta tendencia también se aprecia claramente con otro parámetro analizado por los profesionales de la estadística: la edad media de los extremeños, que pasará de los 44,7 años actuales a los 49 años esperados en el 2034. Casi cinco más. Y otra evidencia más la muestra el índice de envejecimiento, un indicador que mide el porcentaje de población mayor de 65 años en relación a la población menor de 16 años y que va a estar muy cerca de duplicarse en los próximos tres lustros. Este indicador pasará del 148% que se espera en 2021 al 264% del 2034. Significa que el próximo año habrá 148 mayores por cada 100 menores de 16 años y en tres lustros habrá 264 extremeños mayores de 65 años por cada 100 menores de 16.

Las consecuencias

El hecho de que la sociedad envejezca no es un problema en sí mismo, es consecuencia también del aumento progresivo de la esperanza de vida y eso, apuntan los expertos, es un «éxito», «una conquista social», un indicador de que la sociedad ha desarrollado unas condiciones favorables a la vida. Pero sí puede convertirse en un problema si no se afrontan las consecuencias de ese envejecimiento en el estado de bienestar. Y eso pasa indudablemente por la economía. El envejecimiento supone una mayor demanda social y coste sanitario, pero también un mayor gasto en pensiones. Y el problema principal radica en la falta de relevo generacional, en que según las proyecciones cada vez habrá menos población activa para afrontar un mayor coste social.