"Es posible que vuelva a Bolivia en un futuro, pero no por ahora. Me encanta Extremadura". Hace ya 8 años que Paulina aterrizó sola en España. Aquí la esperaba la familia de su marido, que ya vivía en la región desde hacía algún tiempo. El la siguió poco después acompañado de la hija mayor de ambos. "Vine en busca de oportunidades laborales, pero también quería cambiar de aires y conocer mundo", afirma. Paulina no tardó mucho en encontrar trabajo, "mi primera jefa se portó muy bien conmigo, me acompañó durante los 3 años que necesité para conseguir el permiso de residencia". Ella, que está en paro desde hace dos años y su marido, que se dedica al sector de la hostelería, se casaron en Extremadura en 2010 y actualmente tienen 3 hijos.

Esta boliviana de 30 años asegura que "la gente es muy amable, aunque me sorprende la cantidad de palabrotas que dicen, pero te acostumbras". Su adaptación ha sido lenta pero segura: "Al principio no me recibieron muy bien, pero noto que la gente ha cambiado su mentalidad". Sin embargo, una de sus hijas sí ha sufrido comentarios xenófobos en el colegio.

Paulina no ha visitado Santa Cruz, su ciudad natal, desde que pisó Europa. "Valoro más mi país desde la lejanía. Echo de menos a mi familia, la comida, las costumbres... ¡tengo miedo de ir y no querer volver!". A pesar de eso, la tranquilidad que siente aquí no la cambia por nada. "Puedo andar hasta tarde por la calle y sentirme segura. En Bolivia, a las 9 de la noche estaba en casa". De momento, dice que no se plantea mudarse de ciudad, "estoy muy bien en Mérida, si me voy, es a mi país".