A cada uno en su casa, el culo le descansa". Con esta expresión recibió Manuel Izquierdo la noticia de que los vecinos de Barbaño podían ya volver de forma definitiva a sus hogares, después de 37 horas desde que sonaran las campanas de la iglesia indicando el inicio de la evacuación preventiva de la pedanía montijana, ante el riesgo de que siguiera creciendo el nivel del Guadiana a su paso por esta población.

Pasaban unos minutos de la una de la tarde cuando el miembro de Cruz Roja comunicaba a los acogidos en el pabellón deportivo de Montijo la decisión del Centro de Coordinación Operativa Integrado (Cecopi) de que, una vez evaluada la situación meteorológica e hidrológica, y dado que la alerta por lluvias bajó del nivel dos a uno, además de que el nivel del Guadiana bajaba de forma lenta pero constante, podían regresar a sus hogares, a lo que los vecinos respondieron con un fuerte aplauso.

Fue el presidente de la Junta, José Antonio Monago, quien lo comunicó de forma oficial en rueda de prensa y la noticia corrió como la pólvora. Los vecinos que se hallaban en el pabellón de acogida, preguntaron nerviosos si podían salir ya y cómo se organizaría el dispositivo. Cruz Roja les informó de que podían volver cuando quisieran, si bien se habían dispuesto 150 comidas y les instaba a comer tranquilamente para hacer el regreso organizado a las 16.00 horas, bien en vehículos propios o los autobuses preparados para hacer los 5 kilómetros que hay hasta Barbaño.

Esa noche habían dormido en el albergue provisional 71 personas, que se sintieron "acompañadas y animadas" al recibir la visita del presidente Monago; del consejero Pedro Nevado Batalla; el director general de Protección Civil, Saturnino Corchero; y el alcalde de Barbaño, Juan Manuel Ambrona, quienes cenaron con los acogidos y voluntarios de Cruz Roja y permanecieron de charla en el pabellón más de dos horas.

Ya por la mañana, algunos vecinos aprovecharon el permiso dado, de 10.00 a 14.00 horas, para volver al pueblo a ver el estado de sus casas y coger enseres de primera necesidad. El ambiente era ya distinto al del primer día, más relajado y con esperanza de un pronto regreso, pues el cielo estaba soleado, se escuchaba el viento y el trino de los pájaros y el nivel del agua había bajado cerca de metro.

A esa hora, el alcalde aún esperaba el resultado de la reunión de coordinación y aún contaba con la posibilidad de que sus vecinos tuvieran que pasar una tercera noche fuera del pueblo.