Arrocampo no es un simple embalse. Para la Central Nuclear de Almaraz, es como una aparato de aire acondicionado. Refrigera los circuitos de vapor y los sistemas de producción eléctrica de sus reactores. Todo mediante el agua que --en parte-- toma y devuelve al río Tajo. El problema era que en los meses de más calor ese agua regresaba al cauce a una temperatura muy alta, superior a la que hoy permite la normativa vigente. Para evitarlo, la central ha destinado 30 millones de euros a la construcción de 20 torres, de 18 metros de altura cada una t cuya misión es enfriar el agua que regresa al Tajo.

Las nuevas torres de refrigeración, situadas en la cola de Arrocampo, próximas al río, llevan en funcionamiento un mes y medio. Su construcción ha durado dos años, aunque el proyecto arrancó en 2007. Por la inversión, por la magnitud de los trabajos y por su alcance ambiental, es una de las obras más ambiciosas acometidas por la central desde su puesta en funcionamiento hace 30 años.

Para construir las nuevas torres ha sido necesario excavar, extraer y mover "400.000 metros cúbicos de tierra y roca", explica Juan Antonio Arjona, su jefe de montaje. Ese volumen de material --equivalente al espacio que ocuparían 8.000 camiones cisterna-- ocupaba seis hectáreas en una de las colinas que bordea el embalse. En esa superficie se erige ahora el edificio que agrupa las 20 torres: una instalación de 160 metros de largo, 32 de ancho y 18 de alto que se observa al pasar por el puente de la Autovía de Extremadura (A-5) sobre el Tajo.

El proyecto responde a una exigencia ambiental. Almaraz se refrigera gracias a Arrocampo, un embalse artificial --antes de la construcción de la central era solo un arroyo-- que siempre debe tener el mismo volumen de agua (35,5 hectómetros cúbicos). Para mantener esa cota y compensar las pérdidas por evaporación, la planta nuclear cuenta con una autorización para tomar agua del Tajo y devolver al cauce los excendentes. Según Juan Asensio, jefe del proyecto TEVA (Torres de Enfriamiento del Vertido de Almaraz), "la concesión original fijaba un límite máximo de 40 grados --en la temperatura del agua devuelta al río--, pero la nueva normativa reduce esa exigencia a 30 grados centígrados. Con esta instalación garantizamos que el agua que se envía al Tajo está siempre por debajo de ese listón".

El agua de Arrocampo sirve para enfriar los conductos del circuito de vapor que permite que las turbinas de la central produzcan electricidad. Cuando entra en la instalación nuclear, el agua está a unos 26 grados, en función de la época del año. Cuando es devuelta al embalse tras refrigerar las tuberías, supera los 40 grados. Después recorre una distancia de 25 kilómetros a lo largo del pantano antes de ser reutilizada para enfriar el circuito de vapor. "Un barco de papel tardaría dos días y medio en hacer todo el recorrido. El objetivo es que el agua se atempere de forma natural", indica Aniceto González, jefe de Relaciones Institucionales de la nuclear de Almaraz. Sin embargo, en verano, con el calor, este proceso es insuficiente para el caudal que se vierte al Tajo.

Ayer el agua llegaba a las nuevas torres de refrigeración, situadas en la cola del embalse, a una temperatura media de 34 grados. Allí, en el extremo opuesto a donde se ubican los reactores, se realiza todo el proceso de enfriamiento: cuatro motores extraen del embalse 19.000 litros por segundo y los bombean por tuberías hasta la parte alta de las torres, donde un sistema de aspersores y ventiladores mezclan el agua con aire y consiguen reducir su temperatura en 11 grados. El agua cae a unas balsas desde una altura de 14 metros, pasa a un canal, se mezcla con agua caliente de Arrocampo y se devuelve al Tajo a una temperatura de entre 25 y 30 grados --similar a la del río-- a través de un aliviadero.

El impacto del agua caliente

De esta forma se intentan corregir los problemas que origina el exceso de temperatura en el agua del río: mayor eutrofización y crecimiento de algas, y posibles daños (incluso mortandad) en animales y plantas. Además, el impacto no es solo ambiental. "También tiene un efecto económico positivo en la comarca", aprecia Aniceto González. Según el responsable de Relaciones Institucionales de Almaraz, en la construcción de las torres han trabajado picos de hasta 100 empleados, "muchos de localidades del entorno". Asimismo la obra ha dejado 430.000 euros en concepto de tasas e impuestos en las arcas del Ayuntamiento de Serrejón, en cuyos terrenos se levanta la estructura --que también ocupa suelo de Romangordo y Navalmoral--.

Las 20 torres, auténticas neveras para el Tajo, solo funcionarán este año unas semanas más. Mientras persista el calor. Después se desconectarán hasta el próximo verano, como el aire acondicionado.