Al fado, como a las músicas nacionales, les sucede que cada cierto número de años, se le aparece la figura renovadora, la que hace avanzar el género, la que atrae las miradas de aficionados y curiosos, la imagen del ídolo.

En estos momentos ese nombre es el de Raquel Tavares, a la que avalan premios como el Amalia Rodrigues a la artista femenina revelación. Hoy canta en el centro cultural Capitol de Caja Duero en Cáceres, compartiendo espectáculo con Ricardo Parreira (guitarra portuguesa), Diogo Clemente (viola de fado) y Joao Penedo (bajo acústico).

Tavares fue una artista precoz. Nacida en Lisboa en 1985, comenzó a cantar con seis años en reuniones, pequeños restaurantes, lugares propicios de la Alfama lisboeta y ocho años después ganó la Gran Noche del Fado del Café Luso, donde aún canta de forma regular.

Demasiado deprisa debió pensar ella, que en una crisis de adolescencia dejó de cantar durante tres años. Pero la sangre del fado ya recorría su cuerpo y cuando firma un contrato con Movieplay a los 18 años, su carrera se vuelve imparable. En esta nueva y madura, a pesar de la edad, etapa musical recorre los principales lugares del fado lisboeta como en una carrera de formación urgente y necesaria. Cuando sale el disco, dos años después, ya aparece señalada.

"Siendo fado tradicional, no es purista. Como yo", declaraba al Diario de Noticias de Lisboa.