Ala uva le sienta bien que haya acusadas diferencias de temperatura entre el día y la noche. Favorece que su proceso se desarrolle poco a poco, que la maduración sea buena. «Y es lo que hemos tenido. También una primavera bastante lluviosa, que nos ha salvado. La calidad de este año va a ser excelente», así resume Catalina García, secretaria del vino de UPA-UCE Extremadura, las perspectivas -optimistas- de cara a la campaña vitivinícola que ya está en marcha. La vendimia llega con dos semanas de retraso, pero se espera que «tras un 2017 catastrófico», tal y como recuerda García, este año se incremente significativamente la producción regional.

Los cálculos dicen que en 2018 se llegará a los 3,4 millones de hectolitros, lo que significa entre un 20 y 30% más con respecto a la cosecha anterior. Es una cifra de recuperación, pero aún queda por debajo de la media habitual de campañas anteriores: 3,8 millones de hectolitros. «Incluso se han alcanzado los 4,1. En 2013, por ejemplo, fue muy exitosa».

¿De qué depende? Siempre mirando al cielo y al termómetro. «Hace unos meses, con la sequía tan extrema que estábamos sufriendo, el objetivo ya no era salvar la cosecha, sino las plantaciones, porque estaban bastantes afectadas debido a la falta de agua».

«No obstante -continua García- hemos tenido varios años de sequía, de manera que la producción han ido cayendo».

84.000 hectáreas

Extremadura tiene actualmente unas 84.000 hectáreas de viñedo, siendo la segunda comunidad autónoma en producción de uva del país (la primera es Castilla-La Mancha). Casi todo está concentrado en la comarca de Tierra de Barros, donde estos días la actividad no cesa.

En la campaña habrá entre 7.000 y 8.000 temporeros (aproximadamente el 30% son extranjeros, sobre todo rumanos); se crearán unas 200.000 jornadas de trabajo.

La capacidad de generar empleo en la vendimia se ha ido reduciendo por la disminución de la cosecha (en la que tiene que ver la mencionada sequía y las altas temperaturas) y la mecanización, que se va generalizando en las espalderas. «Aumenta año tras año desde la llegada de los planes de reconversión del viñedo y este ejercicio copará un 25%», asegura Juan Moreno, coordinador de la organización profesional agraria COAG.

La uva del cava extremeño

Esta semana se están recogiendo las variedades tempranas, como la macabeo, que se emplea para la elaboración del reconocido cava de Almendralejo.

En una semana se podrá empezar ya con la recolección de las variedades tintas, como la tempranillo.

Y a medidos de septiembre le tocará el turno a las variedades blancas, como la parda y la cayetana, «que son las autóctonas de Extremadura de toda la vida», destaca la secretaria del vino de UPA-UCE.

El sector es uno de los más inestables del campo porque los precios no se saben hasta última hora. «Hasta que no sale la famosa pizarrilla en las bodegas, que es la costumbre», subraya García. El mercado lo abre Castilla-La Mancha, donde se ubican las grandes bodegas.

Toda la uva que se recoge va a las cooperativas y de ahí a la producción para convertirse en caldo extremeño (la denominación de origen Ribera del Guadiana). «Este año hay dos factores claves: la calidad de la uva y la falta de existencias en bodegas, de manera que los precios no deberían bajar con respecto a 2017». Quizá incluso subir, pero hasta el último momento domina la incertidumbre.

Desde APAG Extremadura ASAJA, su dirigente Juan Metidieri insiste en esta causa: «Los precios de la uva deberían arrancar superiores con respecto a los de la campaña anterior. No obstante es pronto para verificar cuánto se va a pagar». «El deseo -añade- es que el mal endémico no vuelva a hacer de las suyas, ya que en campañas anteriores se ha visto perjudicado el bolsillo del agricultor».

Por ello Metidieri vuelve a hacer un llamamiento a los viticultores que denuncien si detectan incumplimientos en la ley de la cadena alimentaria -que obliga a realizar contratos que indiquen los costes para que después no puedan variar-, con el fin de que «sean dignos y compensen el trabajo y esfuerzo anual».

LA VENTA A GRANEL

En este sentido, una de las asignaturas pendientes es incrementar las ventas al extranjero de vino embotellado, ya que entre el 80 y el 90% se envía a granel, y eso provoca que también bajen los precios en el caso de las exportaciones.

En el campo la batalla siempre es la misma: que el producto y el esfuerzo reciban una valoración digna.