TEts un error clarísimo, pero me gusta clasificar a las personas. Imagina que a principios del siglo XX estamos colonizando Africa. En uno de los viajes de colonización se embarcan dos vendedores de zapatos que al llegar a Guinea escriben un telegrama a la empresa que son sede en España les ha enviado en busca de oportunidades negocio:

Nadie usa zapatos. Situación desesperada. Regreso inmediatamente.

Nadie usa zapatos. Grandísima oportunidad. Mandadme refuerzos.

Y es que hay personas que son como el plomo , es decir que te hunden. Llegas con fuerza a tu oficina o a la universidad, con muchas ganas de empezar el día, coges un café y de repente te los encuentras o algunos incluso te buscan. En la primera conversación de la mañana, con él, tienen esa habilidad muy propia en ellos y es inevitable que te contagies con su negatividad. Que si esta empresa va cada vez peor, que si el jefe es un inútil. Y lo curioso es que él lleva en la empresa más tiempo que tú y que el jefe es el mismo que el tuyo y que estará en esta empresa muchos años más.

Ante la misma empresa, el mismo jefe y el mismo día, hay personas que te elevan, que hacen que flotes. Son maravillosas y por eso hay pocas. O hay pocas y por eso son maravillosas. ¿Es lo mismo?. Estos son los corcho .

Creo que hoy tienes que ser valiente. La vida pasa y los plomos no te pueden contagiar. Perdona la expresión, pero creo que es un buen momento para mandarlos a la mierda. Es lo que merecen.

Y es verdad que muchas veces no lo vemos, que hacemos por deber lo que tendríamos que hacer por entusiasmo y que por ello poco a poco nos vamos convirtiendo en plomos . Por eso es fundamental que "tengas a tu disposición" a un corcho. Que le puedas llamar. Estos también te contagian, pero te contagian de su positividad.

Hoy tengo que hacerte dos preguntas para despedirme. Y tú, ¿sabes alejarte de los plomos?, ¿tienes cerca un corcho?.