La elaboración del aceite de oliva deja cada año decenas de miles de toneladas de orujillo, los restos del hueso y la pulpa de la aceituna que quedan después de extraer el aceite de orujo, el último que se obtiene de este fruto. Se trata de un desecho que habitualmente se quema en calderas, en un proceso que es contaminante y poco eficiente. Un grupo de investigación de la Universidad de Extremadura ha desarrollado un proyecto cuyo objetivo es convertir este residuo en un recurso energético menos contaminante y que se ha puesto en marcha a través de un convenio firmado con la Consejería de Medio Ambiente y Rural de la Junta de Extremadura. El objetivo buscado es sustituir el actual uso que se da a estos residuos en las almazaras —quemarlos en calderas— por otro en el que, a medida que se van generando, se conviertan en un gas de síntesis de calidad para su transformación a energía térmica o eléctrica. Esta evolución supone un doble beneficio. Por un lado, evita la exposición a partículas o emisiones perjudiciales que se desprenden durante el almacenamiento del orujillo y también durante su proceso de aprovechamiento (perniciosos sobre todo para quienes trabajan en estas instalaciones agroalimentarias). Por otro, haría posible ganar en eficiencia energética y ofrecería beneficios desde el punto de vista ambiental.

Hasta ahora, este residuo se ha venido almacenando «en la almazara en forma de biomasa pero tiene muchos finos y, por tanto, muchas partículas quedan suspendidas en el aire, que es nocivo para la salud. De ahí la necesidad de transformar dicho residuo, mediante nuevas alternativas energéticas, a un biocombustible más fácilmente manejable y limpio, precisa Juan Félix González, coordinador del Grupo de Investigación Aprovechamiento Integral de Residuos Biomásicos. Energías Renovables (Gairber).

Según las estimaciones de este grupo cada año se generan, solo en Extremadura, entre 70.000 y 75.000 toneladas de orujillo de aceituna con un porcentaje de humedad de alrededor del 10% o del 15%, por lo que es apto para ser utilizado en una planta de gasificación (prácticamente la misma cantidad que se producirá de aceite de oliva esta campaña en la región).

«Actualmente en la mayoría de los casos el residuo se está utilizando con fines térmicos, en calderas poco eficientes para el uso del mismo», explica este investigador del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Extremadura. En este sentido, el propio convenio con la Junta recoge que existen numerosas instalaciones agroindustriales en Extremadura que, «para la producción de la energía necesaria en algunos de sus procesos, utilizan combustible de biomasa sólidos, en general, y el hueso de aceituna en particular, cuya combustión genera emisiones y evacuaciones contaminantes gaseosas, que repercuten negativamente en la calidad del aire y, por tanto, en la salud y el bienestar de las personas».

Las pruebas para estudiar la viabilidad tanto tecnológica como económica de este proyecto se han efectuado en la planta de gasificación de la Uex, ubicada en la Escuela de Ingenierías Industriales. «En la planta piloto lo que hemos hecho ha sido caracterizar los residuos, realizar análisis para conocer las condiciones óptimas de temperatura de degradación de este material y optimizar el proceso para obtener un gas de síntesis de calidad para su transformación a energía térmica y/o eléctrica. Con todo esto, la idea es ahora trasladar estos resultados a la industria para que empiecen a operar en base a los resultados obtenidos», señala González.

Las conclusiones extraídas de estos ensayos, efectuados con ‘pellets’ de este residuo, apuntan a que el rendimiento económico «depende de una serie de factores particulares de cada almazara, como su producción, ubicación y distancia a un punto de conexión a la red, y necesidades de autoconsumo en sus instalaciones». Y si bien, añade este investigador, se trata de una tecnología joven y con unos costes iniciales altos, la inversión podría estimularse «si las autoridades marcaran las directrices para el aprovechamiento energético» de este sobrante. En cualquier caso, apostilla, la implantación de esta tecnología en una almazara «requiere una fase de estudio exhaustivo de ingeniería que se adecúe a la planta en cuestión» por lo que, a priori, resulta «difícil aventurar datos económicos globales». Lo que sí está «muy claro», subraya, es que un sistema de aprovechamiento como este acabaría siendo «muy beneficioso» para la propia almazara, dado que estas industrias tienen necesidades térmicas y eléctricas que podrían ser proporcionadas por la planta de gasificación. «El residuo está concentrado en la industria almazara, con lo cual los gastos de transporte, cuello de botella para otras plantas de biomasa, en este caso no existen», remarca. Para conseguir darle un mejor aprovechamiento todavía, indica que sería «muy interesante» la reagrupación de almazaras «en sitios estratégicos», de tal forma que la generación de energía fuese aprovechada en estas instalaciones «y el excedente energético» pudiera ser vendido a otros usuarios o vertido a la red eléctrica.

Desde el punto de vista técnico, puntualiza, las pruebas han demostrado que «el proceso es viable y muy beneficioso para la propia almazara dado que el sistema genera energía térmica y eléctrica, además de los beneficios medioambientales».