«Año tras año van descendiendo las explotaciones ganaderas extensivas. Es un hecho. Y el relevo generacional en ellas está costando una barbaridad», lamenta Francisco Casero, presidente de la Fundación Savia, una entidad sin ánimo de lucro de ámbito nacional que tiene como objetivo poner en valor lo rural y el mantenimiento de una agricultura y ganadería sostenibles. Desde esta fundación se teme que con la nueva PAC la ganadería extensiva seguirá siendo «discriminada» y se aboga por aumentar la ayuda básica que reciben sus profesionales, hasta igualarla a la de los agricultores. Eso compensaría entre otros aspectos, se arguye, la aportación que hace la dehesa al mantenimiento del medioambiente. Este incremento, incide Casero, no podrá conseguirse sin un cambio en el sistema de distribución de las ayudas. «Si no, los 113 euros que se necesitan de media para igualar una explotación ganadera y una agrícola, ¿de dónde salen?, que nos lo digan, que con el reparto actual, como están las condiciones, no es posible».

¿Por qué cree que la ganadería extensiva seguirá siendo una ‘víctima’ con la nueva PAC?

Lo que estamos viendo en las negociaciones y en los mensajes que se están transmitiendo es que aquí no se quiere tocar seriamente ni el tema de los derechos históricos ni el de las regiones. Se plantea muy bien cuál es la importancia que tiene la ganadería extensiva para el territorio, para la lucha contra el cambio climático, para el cumplimiento de los objetivos del pacto verde europeo… pero la cuestión es muy simple, si no se introduce ningún cambió, ¿de dónde sale el dinero para evitar que la ganadería extensiva siga siendo discriminada? España tiene mucha más superficie de pastos que de cultivo, pero dentro de la distribución de la PAC la diferencia que le llevan los agricultores a la ganadería es abismal. Por otro lado, ¿cuál es la razón de que aquí haya nada menos que 50 regiones para la PAC? Con unas enormes diferencias, además, entre lo que cobran unas y otras. Eso no sucede en otros países europeos, y va en contra de lo que desde la propia UE se transmite acerca de disminuir la brecha entre los territorios y mantener la población en ellos. Hay un dato contundente: más del 20% de la PAC se lo lleva gente que vive en las ciudades pero que tienen sus explotaciones fuera de ellas. ¿Cómo es posible que la ciudad de Madrid, que solo tiene 101 explotaciones, tenga 10.820 solicitudes de la PAC y se lleve más de 206 millones de euros.Es el término municipal que, con diferencia, más cantidad se lleva. El dinero va a seguir viniendo, el problema es si se reparte de una forma o de otra, si se hace mirando a la mayoría o mirando a los privilegios de una minoría.

Sin embargo, se ha asegurado que esta PAC prestará mucha más atención a las prácticas respetuosas con el medioambiente...

Ese es el objetivo. Si miramos el Pacto verde europeo o las estrategias sobre biodiversidad o ‘de la granja a la mesa’, está claro que van en esta sintonía. Por ejemplo, uno de los objetivos de la granja a la mesa es que un 25% del territorio de la UE sea de producción ecológica en el 2030, cosa que nos parece un gran compromiso. Un objetivo que, por cierto, Andalucía está en muy buenas condiciones de cumplir pero en el que Extremadura está todavía a bastante distancia, porque a pesar de que en los inicios de la producción ecológica avanzó mucho, luego se ha quedado rezagada en su evolución, algo que causa bastante tristeza por las posibilidades que ofrece. Una de las claves para alcanzar este objetivo del 25% es incrementar las explotaciones de ganadería extensiva, pero no se está haciendo nada para conseguirlo y hay mucho silencio en relación a su defensa. Otra cuestión que nos preocupa una barbaridad es la tergiversación de los términos. Hace un daño incalculable que se hable por igual de la ganadería extensiva y de la intensiva. Son dos mundos totalmente distintos. Cuando se dice que hay un exceso de consumo de carne de Europa, es cierto, pero quien causa ese problema es la intensiva, que es la que se alimenta con piensos compuestos y que no tiene nada que ver con la extensiva, que aporta positivamente a la lucha contra el cambio climático. ¿Por qué el Gobierno español, la UE, la FAO…. no quieren diferenciarlas?

¿Por dónde cree que pasaría la solución?

Planteamos abiertamente el tema de una región de la dehesa, del quercus, en la que quede todo bajo una misma denominación y en la que realmente se cobre no solo por la ganadería, sino por su contribución a conservar el medioambiente. Qué es dehesa está muy bien definido y sus costes son siempre muy parecidos. En este sentido, uno de los grandes problemas que tiene es la falta de regeneración, porque los gastos son muy elevados y los ingresos mínimos. Se está deteriorando a pasos agigantados. Y el dinero que hace falta para impedirlo tendrá que salir de la diferencia que existe entre lo que percibe la ganadería extensiva y los agricultores.

¿Pero de qué parte del sector agrario en concreto saldría ese dinero?

Está claro, de los que más cobran. Esto pasa también, por ejemplo, con el olivar. Hay zonas consideradas como una región que pueden estar en 130 o 150 euros por hectárea y otras que cobran más de mil, y hasta dos mil. ¿Por qué vale más un derecho histórico que el tener más costes de producción o el hacer un esfuerzo tremendo para mantenerse? Cómo fijas la población si resulta que las zonas menos favorecidas están también penalizadas. La gente se va. Debe haber un reparto mucho más igualitario y que sobre todo favorezca a las pequeñas y medianas explotaciones.

La Junta de Extremadura ha planteado que se den ayudas a la dehesa aunque no tengan pastos permanentes o para las razas autóctonas, ¿ayudaría?

Eso ya lo hay. El problema es por qué no estamos dispuestos a discutir el pago directo, que es donde está la mayor partida. Porque los ecoesquemas los van a pedir los demás sectores. Debería haber una tasa plana y luego, en función de una serie de aportaciones, unos complementos.

Inciden mucho en el papel que juega la dehesa en factores como el cambio climático, los incendios forestales o la despoblación.

Está demostrado, por ejemplo, que en las zonas de dehesa donde hay un buen manejo las consecuencias de los incendios son mínimas. ¿Y cuánto le cuestan a la sociedad los incendios forestales? Eso, como el beneficio que suponen para el cambio climático, tendrá que ponerse en valor. En Portugal, el problema de los incendios ha sido que ha ido desapareciendo la ganadería extensiva.

Son también muy críticos con la norma del ibérico y con que se permita comercializar como tal cerdos cruzados...

Si esto que tenemos en la Península con el cerdo ibérico, sobre todo en Extremadura y Andalucía, lo tuviesen otros países, estarían dando saltos de alegría. Tenemos una joya, en la que nadie puede competir con nosotros, y no hemos sabido defenderla y hemos estado supeditados al sector industrial, que está buscando otra cosa.