Como cada 8 de marzo las mujeres volvemos a tomar las calles a gritar por la igualdad. Porque el feminismo reclama eso. Igualdad. Clamamos por nuestro derecho a decidir, para que nuestra voz se respete y para que quede claro que nuestro cuerpo no se toca, no se viola y no se mata. Ayer una marea violeta inundó de nuevo el país para recordar que ninguna de nosotras está sola. Es importante que esto no se olvide pero la lucha no termina en un día. Hoy es 9 de marzo y las consignas que gritamos siguen vigentes. El feminismo hay que trabajarlo cada día. De eso se encarga Silvia Zarco (Sevilla, 1972). Lleva décadas en Extremadura como profesora en un instituto de Talarrubias y hace quince creó Párodos teatro, una compañía con la que reescribe los mitos clásicos y construye una generación más igualitaria, más crítica y más diversa.

Silvia se dedica a romper para construir. Transforma en el aula. Y no pierde un segundo. El primer día de clase los profesores piden una ficha con datos sobre sus nuevos alumnos. Preguntan apellidos, profesiones de sus familiares. A ella le interesan otras cosas. Ella pregunta si saben en qué año empezaron a votar las mujeres y qué entienden por feminismo. «Desde el primer día ya se van a casa sabiendo una fecha importante». También pregunta cuál es la locura más grande que han hecho y que topping de pizza serían. Yo sería mozzarella.

La extremeña --de adopción-- se licenció en filología clásica, aprobó las oposiciones y recaló como profesora de griego y latín en 1996 en el instituto Siberia Extremeña, un centro en el que los conserjes tienen grupos de música. Pasaron años hasta que consiguió su plaza fija y desde 2003 imparte clases «de todo». Enseña ciencias sociales, valores y cultura clásica. Precisamente, ese afán por acercar los mitos la llevó a fundar un año después Párodos teatro. En un principio surgió como actividad extraescolar para trabajar sobre los clásicos. «Nació como una herramienta para potenciar nuestras raíces y saber de dónde nos nutrimos». El ascenso fue fugaz. Dos años más tarde la compañía ya ganaba premios y tuvo que mudar en asociación cultural. Ha recorrido escenarios en Mérida, Sagunto o Segóbriga y acumula galardones como el del concurso nacional de teatro grecolatino que convoca el Ministerio de Cultura. Está compuesta al completo por estudiantes y tiene un propósito claro desde el inicio: darle una vuelta a todas esas leyendas que encumbraban a los hombres como héroes y definían a las mujeres, Penélope, Helena de Troya, como las culpables de las tragedias de la humanidad. «Quería hablar de la misoginia y transformar, como educadores tenemos la obligación de abrir los ojos a los alumnos».

Silvia está convencida de que la enseñanza que queda es la que entra por el cuerpo y por las emociones. «Es tan importante como enseñar ecuaciones, no puede existir el feminismo y la diversidad sin la emoción, sin la empatía, no puedes promulgar el respeto sin observar ni ponerte en la piel del otro. A través de la compañía invertimos los roles, es fundamental para desarrollar ese pensamiento critico». Es firme defensora de que «el teatro debería estar dentro del currículo educativo». De hecho, lleva años luchando para que se incluya y ahora parece que al año que viene por fin se incorporará como materia.

Bebe de Safo, de Simone de Beauvoir y de Margaret Atwood, su escritora favorita. El Cuento de la criada la ha devuelto a la fama por la televisión pero ella ya trabajaba su texto de Penélope y las doce criadas antes de «la cuarta ola». Desde hace meses lleva a escena con sus alumnas Caramelos violeta, una pieza sobre el trabajo de las sufragistas y contra la violencia machista. «Ellas liberaron la voz, nosotras tenemos que liberar el cuerpo». Para ella defender el feminismo es «imprescindible». «Soy humanista y la historia ha sido injusta con la mitad, no podemos borrarla pero podemos aprender de ella, no quiero que mis hijas se sientan como yo me siento». Por si fuera poco, ahora entre clase y clase, prepara la maratón de Badajoz. Una más. Porque el feminismo es otra maratón continua. Ella la corre todos los días y aunque se agote sigue luchando para que en un futuro los motivos por los que seguimos saliendo a la calle solo se estudien en los libros de historia.