Dos pilotos en el hospital, cuatro accidentes, tres sanciones, dos coches de seguridad, una bandera roja que suspendió la carrera... Ese es el saldo de un alocado GP de Mónaco, de un trepidante episodio de la nueva F-1 en el que tres pilotos, Sebastian Vettel, Fernando Alonso y Jenson Button se jugaron el triunfo pegaditos, hostigándose, echándose el aliento durante las últimas 15 vueltas, con parón incluido, hasta cruzar la meta. Ganó el alemán, como casi siempre (cinco de seis). Y da otro pasito más hacia el título que Alonso da ya por "imposible" y Hamilton ve alejarse desesperado.
"Tiene la suerte de los campeones", admite Alonso. Se refiere a Vettel, claro, inmune a todo, a las averías, a los errores, a los vaivenes de una carrera con dos coches de seguridad y una suspensión. "Podía haberle adelantado en las últimas vueltas porque sus neumáticos no daban para más". Pero entonces llegó el accidente múltiple. Adrian Sutil se fue contra la valla tras ser adelantado por Maldonado en Tabac, desllantado llegó a la chicane de la piscina y se la saltó. Hamilton lo esquivó, pero Jaime Alguersuari, que estaba adelantando a Nick Heidfed, no, y, además, impactó contra Hamilton y, a su vez, contra Vitaly Petrov, todo esto cuando estaban siendo doblados junto a Buemi y Rosberg, por el trío de cabeza (Vettel, Alonso y Button) que se estaba jugando la victoria.
CHOQUES EN MONTECARLO No se recuerda un lío semejante en tan poco espacio, en una calle al fin y al cabo. Ocurrió a nueve vueltas del final. Petrov, conmocionado y con mucho dolor en las piernas, no pudo salir del coche, lo que obligó a los comisarios a detener la carrera, trasladarle al hospital (no tiene lesiones importantes como Sergio Pérez el día antes) y situar, de nuevo, los coches en la parrilla, mientras los mecánicos de unos y otros se afanaban en recomponer los daños. El reglamento permite cambiar también las ruedas, así que el múltiple accidente dio vida a Vettel ante el acoso de Alonso. Con ruedas nuevas, ya era imposible que el asturiano le adelantara, aunque lo intentó hasta el final. El parón acabó con la magia de un final único en la historia.
Porque Vettel había elegido una estrategia a una sola parada, Alonso, a dos y Button, a tres, así que a ese punto de la carrera habían llegado juntos en el orden inverso a la velocidad de sus coches: Button era más rápido que Alonso, y el asturiano más veloz que el alemán. Más emoción imposible. Alerón móvil, KERS... todo se puso en juego en Santa Devota, en la curva del Casino, en la bajada de Mirabeau, en la curva de Loews, en la salida del túnel... De repente, Mónaco encontraba más huecos (escasos, eso sí) para adelantar que nunca y, de repente, se encontraron con un grupo de ocho para doblar, un grupo enorme, todos peleados. Y se formó el caos que los tres libraron milagrosamente. "No sé como pasé por allí, yo seguía a Vettel y nada más. Pasé, sí", recordó Alonso.
El asturiano tenía un plan trazado desde el principio: ganar una posición en la salida y esperar un fallo de Vettel o Button o que su estrategia a dos paradas le diera rédito. Y casi le sale tras una excepcional arrancada con la que superó a Webber para situarse tercero. No contaba quizá con que la entrada del primer coche de seguridad (Hamilton impactó contra Massa en Loews, que tras perder el alerón, perdió el control del Ferrari en el túnel) daría un golpe de fortuna a Red Bull.
La radio de Vettel no iba. "No pude avisar que entraba en boxes y no tenían preparadas las ruedas superblandas. Me pusieron las blandas (emplearon más de nueve segundos cuando lo hacen en tres) y entonces pensé, bien, lo único importante es intentar salir de esto". Y lo consiguió gracias a las bondades de su Red Bull y a que Mónaco no machaca los neumáticos como otros circuitos permanentes.