Otra noche mágica, como la de Singapur. No, mejor aún. El sol ya se había puesto en Corea del Sur cuando Fernando Alonso agitó champán del bueno, del que sabe a título. Fue el más rápido, el más listo, el más sensato en una carrera casi nocturna, en la que "sabía que no se podía ganar el Mundial, pero sí perderlo". Lleva meneando el árbol de los Red Bull todo el año. Y entre la lluvia y la oscuridad de Yeongam encontró la fruta que tanto buscaba. Presionado por su papel de segundo piloto en Red Bull, Mark Webbber abandonó por accidente; cumpliendo con la estadística anual y atosigado por la ambición de Alonso, Sebastian Vettel dejó la pista por una avería. El premio es la quinta victoria del año, que ha metido el título en el bolsillo del piloto de Ferrari.

TRAS EL ´SAFETY CAR´ Es la pesadilla de los Red Bull. Llevan viéndole por sus espejos todo el año, les superó en Monza y Singapur, volvieron a verle muy cerca en Suzuka. Ayer no resistieron el ataque sobre el resbaladizo trazado coreano, tanto que, tras un primer intento de arrancada tras el coche de seguridad de dos vueltas, la carrera se detuvo para esperar mejores condiciones. Una hora de espera y 18 giros tras el Mercedes de Bernd Maylander, la carrera se lanzó por fin. Una vuelta más tarde, Webber perdió el control de su Red Bull y Alonso lo esquivó de milagro. Empezaba a caminar sobre las aguas.

A estas alturas de la película nadie esconde sus sentimientos. El abandono de Webber hizo saltar de alegría a los mecánicos de McLaren. Su chico, Lewis Hamilton, se significó como el gran partidario de correr cuando las condiciones eran perversas. Sabedor de que el director de carrera, Charlie Whiting, tomaría una decisión en función de la opinión que los pilotos daban de la pista por radio a sus ingenieros, se pasó los 18 giros tras el coche de seguridad gritando "¡está bien, ha habido carreras peores!", pese a que nadie veía nada, cero.

TUERCA MALDITA Esta era la gran oportunidad del inglés para meterse de nuevo en la lucha por el título, y la aprovechó finalizando segundo. Nunca tuvo oportunidad de adelantar a Alonso, ni siquiera de presionarle, tampoco cuando, tras el accidente de Buemi y Glock, volvió a aparecer el coche de seguridad.

Ese fue el momento indicado para un cambio ruedas de todos los coches. Entraron todos al primer giro, todos menos Vettel y Alonso, a los que no les dio tiempo. Lo hicieron una vuelta después. Y dos tuercas se resistieron en el Ferrari de Alonso, sobre todo la delantera derecha. El caso es que el retraso en el cambio de ruedas le hizo perder la segunda posición con Hamilton. Pero el inglés no le duró mucho. Le adelantó un giro después. Y se fue a por Vettel.

Refrescaba sus neumáticos en las rectas por la parte mojada, y atacaba en la zona virada. Y Vettel no resistió el aliento en la nuca del cazador. Se quejó por radio de los frenos, de que la luz del ocaso le cegaba... Y, cuando Alonso preparaba su ataque definitivo, el motor de Red Bull estalló. La fruta ya estaba en el suelo. Ya era cuestión de acabar. Y acabó, sí. Fue primero y es primero en todo. Hasta ha sido el primer vencedor nocturno.