En mitad del grupo, en medio de la pelea, todo es diferente. Despojado de la ventaja de la pole, desposeído de un coche muy superior, Sebastian Vettel ya no es el chico de oro, el piloto infalible, que ha labrado una sideral ventaja en el Mundial. Era la tercera ocasión en 10 carreras que no arrancaba en punta, la única que no salía en primera línea, y ¡zas!, se quedó fuera de un podio del que no se bajaba desde septiembre. Atrás, peleado con Felipe Massa hasta la última vuelta, pareció más vulgar, aunque puede que simplemente estuviera disfrutando mientras hacía el recuento de su renta como el Tío Gilito. El día en que Red Bull anunció igualdad de trato, Mark Webber fue mejor que su compañero; el día en que las mecánicas se equilibraron, emergieron Lewis Hamilton y Fernando Alonso, los dos grandes, el duelo que todo el mundo espera, para electrizar Nurburgring.

Ellos, Hamilton, Alonso y Webber se disputaron el triunfo sobre un asfalto completamente seco a pesar de las previsiones de lluvia. No hizo falta el agua para electrocutar una carrera disputada al segundo en la pista, en los boxes, en el muro, y en las fábricas de Woking, Milton Keynes y Maranello, donde los ordenadores echaban humo. No hubo fallo alguno de pilotaje, ni errores de estrategia, todo se desarrolló al milímetro.

Así adelantó Hamilton a Webber en la arrancada para colocarse líder; solo algunos centímetros separaron a Alonso de Vettel en la lucha de ambos en las primeras vueltas que el asturiano solucionó con arrojo --"íbamos paralelos en varias curvas, pero yo no iba a ceder", dijo el ferrarista-- para instalarse en la tercera plaza.

FINAL APASIONANTE A partir de entonces Hamilton, Webber y Alonso comenzaron la guerra táctica, los cálculos sobre degradación de neumáticos, las conversaciones por radio. "No me digáis nada cuando estoy conduciendo", vociferó furioso el inglés a su ingeniero. Y tenía razón. Porque entre tanta charla, se fue largo en una curva, Webber consiguió superarlo, pero en otra maniobra de arrojo, recuperó el liderato al final de la recta de meta. Estresó tanto sus neumáticos que se vio obligado a entrar antes que nadie a cambiar ruedas en sus talleres.

Eso permitió a Webber superarle al regreso de su parada, mientras que Alonso se alargaba alguna vuelta más pensando en la segunda parada, en conseguir algún giro al máximo rendimiento para tumbar al Red Bull y al McLaren. Y lo consiguió. Hamilton recuperó a Webber la posición en el segundo pit-stop y Alonso fue el último en parar antes de completar dos vueltas soberbias. Salió líder por centímetros, pero aún con las ruedas frías, lo que le impidió sujetar a Hamilton una curva, quien venía protagonizando un ataque a tope. Sí pudo aguantar con apuros a Webber.

Todo quedaba a expensas de la tercera y última parada. Los tres estaban obligados a colocar en el cuarto relevo el neumático medio, en teoría un segundo y medio más lento. En teoría quien aguantara más en pista con el blando se llevaría el triunfo. Así lo pedían los ingenieros por radio a los tres. Pero solo fue eso, teoría, porque ocurrió todo lo contrario. Ganó Hamilton, que se detuvo antes, y fue tercero Webber, que paró el último.