Director ejecutivo de Fomento del Trabajo Nacional

TLta cooperación es la asignatura pendiente de las empresas españolas. Ni siquiera hay un programa para esa materia. Lástima, porque en el mundo abierto actual el acceso al mercado y el coste de la innovación han crecido más deprisa que nuestras empresas. Cada día aparecen productos que expulsan a los precedentes y a quienes los fabrican. Marshall dijo que parte de lo que se consigue compitiendo puede lograrse con colaboración, pero las autoridades que protegen la competencia han recelado considerando que esa práctica podría ir contra el consumidor. Hoy relajan su postura y aceptan que cooperar puede servir para competir mejor frente a terceros. Así ha sido en grandes proyectos en EEUU para motores de hidrógeno o en Japón para construir ordenadores de quinta generación.

Algunas experiencias españolas son interesantes: las centrales de compra de la federación farmacéutica o la de ferreterías. Hay asociaciones que gestionan conjuntamente la compra de energía eléctrica, gas o gasolina, negocian colectivamente y organizan formación continua. Son pasos fructíferos. En cambio, son raros los centros de transferencia de tecnología, las joint ventures para fabricar donde no se puede acceder aisladamente, consorcios de exportación, innovación compartida y acuerdos con universidades que pueden compensar la debilidad asociada al tamaño pequeño que impide llegar a la masa crítica mínima necesaria para garantizar el buen fin de un proyecto interesante.

La cooperación debe ser rigurosa a fin de obtener lo que se busca y evitar posibilidades indeseadas, como la fuga inadvertida de tecnología valiosa. Por eso es clave seleccionar quiénes hacen la parte práctica de los acuerdos, la actividad a realizar en común, las aportaciones respectivas y otras circunstancias y plasmarlas de forma sencilla y adaptable.

En mercados como EEUU o China, las grandes redes de distribución, cuando consideran interesante un producto, exigen envíos mínimos que pueden exceder la capacidad de producción del oferente, y este desiste de la venta: rara vez decide dirigirse a un competidor y ofrecerle compartir el pedido. Vale más poco de algo que mucho de nada.