Directora general de Vertisub

TAtlo largo de la historia, el sentido común ha desempeñado un gran papel para separarnos tanto del escepticismo como del dogmatismo, consiguiendo que la realidad cotidiana no se nos aleje demasiado por muchas piruetas mentales que ejecutemos. El sentido común asume, consolida, legitima e incluso mejora lo existente. Pero el continuismo del sentido común lleva a la inmovilidad, a la parálisis, a esa conformidad con el presente que tan bien refleja la expresión "esto es lo que hay". Pero a "esto" le falta algo; falta la posibilidad de progreso. Falta ese "otro modo de ser humano" capaz de aventurarse en terrenos inexplorados o de crearlos si aún no existen.

Los problemas del mundo siempre los ha resuelto el mismo agente: el empresario, el emprendedor, aquel que se consagra a engendrar y consumar la idea que resolverá la dificultad. El empresario es capaz de "crear el futuro" porque su intelecto puede idearlo hasta "verlo" y porque es competente para realizar esa visión en la práctica.

Su misión es realizar proyectos cuyo fin va más allá de la mera posibilidad. Proyectos cuya existencia depende de burlar al destino mediante el esfuerzo y la idea. El futuro que imagina ya lo ha creado en su mente y goza de un tipo de realidad que puede ver --aunque los demás no-- y dispone de la fuerza, la audacia y el valor para perseverar hasta hacerlo realidad y presentarlo al mundo.

Pero todo tiene su precio. El principal es la soledad, porque ve lo que otros no ven y realiza lo que otros no realizan. El emprendedor vive optimista y a la vez insatisfecho, pues quien se considera poseedor de destino ya no podrá conocer una felicidad inocente; sabe que todo será fruto de su voluntad y su hacer, que se ha de dar por entero a su obra a la que precisa imprimirle el sello de lo valioso, de la pasión, del esfuerzo, pues él y su empresa son uno.

Todos somos necesarios para llevar un proyecto adelante pero quien está dispuesto a liderarlo, el empresario, debe además arriesgar su patrimonio y afrontar que será envidiado si triunfa y despreciado si fracasa. Tal vez por ello sólo un 7,2% de los españoles decide establecer un negocio y apenas el 0,5% aspira a crear una empresa de alto rendimiento.