Secretario de Estado de Haciendo con el Gobierno del Partido Popular, Enrique Giménez-Reyna visitó Cáceres hace unos días con motivo de las jornadas europeas que sobre comunicación y economía organizó la Asociación Grupo de Opinión Salvador de Madariaga.

--Otra vez a vueltas con la financiación autonómica, ¿se cerrará alguna vez este debate en España?

--Los problemas de Hacienda nunca se resuelven definitivamente. La Hacienda tiene que estar siempre prestando servicios, y para prestarlos necesita dinero, y los recursos siempre son escasos. Y un modelo que se diseña en un momento determinado, en otro puede ya no ser el válido. Las expectativas para algunos no se cumplen como pensaban que se iban a cumplir, y el modelo que era magnífico en el 2001 cuando se aprueba por unanimidad en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, resulta que antes de que se llegase a poner en práctica se dice que hay que renovarlo. Y aquí estamos, pendientes de una nueva financiación autonómica.

--¿Es partidario de que se publiquen las balanzas fiscales?

--La cuestión no es publicarlas o no publicarlas. La información tiene que fluir, pero lo importante es que los políticos sepan darle a las balanzas fiscales la importancia que tienen. No se puede hacer de ellas el fundamento de todo un diseño de financiación autonómica, porque ahí perdemos todos.

--¿Cómo ve la coyuntura económica actual?, ¿cree que hay razones para preocuparse?

--Ya estamos preocupados, porque esta situación económica se veía venir. Llevamos diciendo cinco años que esto se tenía que acabar, que no es normal un ciclo de bonanza tan largo. Lo importante es que se hayan tomado, y yo no sé hasta qué punto esto se ha hecho, las medidas para que llegado el momento podamos salir de la recesión. Porque las medidas económicas estructurales no son de efecto inmediatos. Se ponen en marcha hoy pero su efecto no se nota hasta dentro de tres o cuatro años. A lo mejor habría que haber madrugado un poco más.

--¿Considera entonces que la crisis era, en alguna medida, evitable?

--Hay una parte que desde luego es inevitable. El fin del ciclo inmobiliario, del que tanto depende la economía, probablemente lo era. Lo que llama la atención, por ejemplo, es que aquí no hayamos anticipado los efectos que se están produciendo en el mundo de la agricultura. Nos hemos pasado treinta años con una política agraria común por la que se arrancaban plantaciones y se subvencionaba el abandono de cultivos. Se sacrificaban vacas y se ponían multas por producir más leche. Y ahora resulta que falta leche.

En general, creo que en nuestra economía faltan una serie de medidas que permitan atender a los sectores menos protegidos económicamente. Estos son los que más van a padecer las consecuencias de la crisis, con la inflación o la ausencia de puestos de trabajo. Hay que buscar soluciones y a lo mejor había que haberlas buscado antes.

--Casi a diario se están publicando revisiones sobre las expectativas de crecimiento, ¿no cree que eso acaba generando desconfianza en el ciudadano de a pie?

--Pero hoy vivimos en el mundo de la información, y el ciudadano quiere información al día, no le vale la previsión del 1 de enero. Y los agentes económicos lo quieren saber también. Un empresario que vaya a asumir un riesgo quiere saber cuál es el escenario que va a tener. No nos podemos engañar, las previsiones tienen que estar actualizadas. No sé si genera más pesimismo, pero es una realidad que nadie puede desconocer.

--En este sentido, ¿no le parece que ha habido cierto exceso de catastrofismo?

--Yo creo que no. La crisis es una realidad, no tiene culpa la prensa. La banca no tiene hoy dinero para prestar y el que tiene dinero lo guarda a la espera de que puedan venir peores momentos. La inflación es la que es y el precio de combustible está donde está. Cuando uno ve los descensos de recaudación de IVA se da cuenta de que se está consumiendo menos. Pero menos cerveza, coches o medicamentos, porque la gente tiene que ahorrar. Y pagando el litro de diésel al precio que está, pues uno tiene que coger menos el coche y utilizar más el transporte público.

--¿Le parece que en España se ha manejado bien el superávit público?

--La política de estabilidad presupuestaria que instauró el equipo de Rodrigo Rato fue un acierto extraordinario. Es lo que hoy nos permite ver con una cierta tranquilidad la situación que tenemos ahora. ¿Se ha utilizado adecuadamente el superávit presupuestario? Pues yo con algunas medidas que se están tomando creo que no. Lo de los 400 euros por cabeza, por ejemplo. Esos 400 euros hay que repartirlos selectivamente, porque hay quien los necesita y quien no. Pero ofrecerlos por cada declarante de renta..., primero no es verdad, porque hay muchos que no llegan al mínimo y no tienen de dónde restarlos. Y ésos son los que de verdad lo necesitan. Y luego hay otros que estamos en un determinado tramo de la tributación a los que no nos hace falta. Yo creo que la política fiscal tiene que se más selectiva. En ese sentido, sí creo que hay un uso indebido de ese superávit.