España y su modelo económico histórico fue el título de la conferencia magistral con la que este historiador económico cerró las recientes jornadas sobre comunicación y economía que se celebraron en Cáceres, organizadas por la Asociación Grupo de Opinión Salvador de Madariaga.

--¿Puede hablarse de un modelo económico en España?

--Ningún país tiene un sólo modelo económico. Sin embargo, en una retrospectiva larga, hay una serie de elementos que aparecen de forma reiterativa. En este sentido, uno de los grandes rasgos que han definido la actividad económica en España ha sido la alternancia entre posturas aperturistas y cerradas a Europa. Un ejemplo de esta alternancia lo tenemos en el imperio colonial español. Cuando se creó, España administraba el oro y la plata, los recursos más importantes de la época. Eso le obligaba a estar en Europa y en el mundo. La pregunta es por qué España no se aprovechó de ese papel hegemónico, como hizo Gran Bretaña en el siglo XIX, cuando terminó creando una sociedad moderna, competitiva y avanzada. En el caso de España siempre se dice que perdió la oportunidad, algo que históricamente nos ha tenido muy deprimidos. Cuando las cosas empezaron a ir mal, la reacción fue el cierre, hubo un repliegue que se inició pronto. A mediados del XVI ya se decide que los estudiantes españoles no puedan ir a las universidades europeas. Y de ahí al que inventen ellos , de Miguel de Unamuno, que es la misma reacción pero en otra época de crisis, la sufrida a fines del XIX. La de la impotencia porque España se ha quedado tecnológicamente atrasada. También es el caso de Franco, cuando establece la autarquía. Pero estas situaciones contrastan, por ejemplo, con el entusiasmo que despertó después de la transición la integración europea. España probablemente haya sido el país de mayor talante europeísta. El único donde se aprobó por referendum la Constitución Europea.

--Hablando de modelos económicos, el que hemos tenido aquí, basado fundamentalmente en el ladrillo, no parecía muy viable a largo plazo...

--Bueno tampoco es exacto que el modelo español haya sido sólo eso. La economía española se ha incorporado muy bien a los patrones europeos y se han hecho muy bien los deberes desde la transición hasta ahora. No tenemos por qué ser negativos ni pesimistas. Lo que ocurre en el caso de la construcción, como en todas las actividades que se hacen de forma acelerada, es que algunos de sus aspectos son frágiles. Sin embargo, hoy todo el mundo considera que el sistema financiero español tiene unos niveles de solidez y competencia bastante serios. En otros campos la situación no es la misma. Por ejemplo, en la productividad. En estos treinta años de bonanza, en especial en estos diez o doce últimos, España no ha sido capaz de mejorar un ápice su productividad económica en el contexto europeo. Y eso no tiene nada que ver con el ladrillo. Eso tiene que ver con otras cosas más profundas que nunca se han querido asumir. Por una razón: son cuestiones que requieren tiempo y el problema español cuando llegan estas etapas es querer hacerlo todo rápidamente. Y la ciencia, la universidad, la investigación, no son cosas que se hagan en cinco años.

--Precisamente, se acaban de unir en un mismo ministerio universidad e innovación con la idea de hacer de ésta un motor de desarrollo económico...

--Ahora, ahora..., pero eso es algo que ya se tenía que haber hecho antes. En Andalucía estamos organizados así desde hace cuatro años. Los empresarios no son más tontos o listos en una región o en otra. Lo único que ocurre es que unos tienen un marco donde actuar más favorable que otros. En el caso de Extremadura o Andalucía hemos tenido unos déficits brutales en materia de energía. Ha sido el gran problema del sur. Ahora tenemos grandes posibilidades con las renovables, sobre todo con la solar. Pero es que hasta fines de los sesenta, cogías el mapa de España y lo doblabas por Madrid, y de ahí para abajo no había ni una escuela de ingenieros. ¿Cómo se puede subsanar ese déficit tecnológico con ciento y pico años de retraso? Igual ocurre con los transportes. Por suerte, esto se empieza a arreglar dignamente y los efectos se ven de forma inmediata.

--¿Cómo valora el creciente encarecimiento de los alimentos?

--Eso no es ninguna desgracia. Por fin parece que se empiezan a plantear las cosas en otros términos. Lo que ocurre es que ésta es una noticia que se está dando con carácter apocalíptico, como si fuéramos a morirnos de hambre. Eso, en términos nacionales, es una tontería. Internacionalmente ya es otra cosa. Pero algunas regiones españolas, como Extremadura y Andalucía, tienen tal capacidad productiva que en uno o dos años pueden incrementar sus producciones de una forma excepcional. El problema es otro, que durante décadas se han desarrollado una serie de políticas agrarias cuyo objetivo era desincentivar a la gente que trabajaba en el campo. Y eso sí que es grave. Se ha dado dinero para no cultivar, para abandonar explotaciones. Esa gente ya no vuelve. Ha sido una política poco crítica aplicada por la UE en una época de vacas gordas, de grandes excedentes. Luego, el otro problema que se ha dado es el de desmantelar la red de silos y de almacenamiento. No sólo hay falta de producción, si no también falta de almacenamiento. Teníamos una importante red de silos y la hemos desmantelado como el que juega al monopoly. Y nadie ha dicho nada.

--¿Cree que los productos agrícolas se están convirtiendo en un objetivo prioritario para los especuladores?

--No lo creo. En la agricultura hay que producir y el círculo agrícola son nueve meses. Los especuladores actúan siempre a más corto plazo. Lo que pasa en estos momentos es que todas las materias primas han subido. El precio del cobre, en dos o tres años, se ha multiplicado por tres. Se están abriendo las Minas de Ríotinto, que hace cinco años se cerraron en medio de una crisis brutal porque el cobre no lo quería nadie. El posicionamiento en las materias primas es un fenómeno general, no sólo en lo alimentario, que es lo que llama más la atención. En cualquier caso, habrá que repensar de nuevo la política agraria. No se puede desmantelar con la alegría que se desmanteló un sistema productivo como la agricultura, porque luego ocurren estas cosas.

--¿Cosidera que los medios de comunicación han creado un clima de excesivo catastrofismo?

--Han tenido un papel fundamental. Una de las cosas que exigen las situaciones de crisis es luz y taquígrafos, informar bien, y eso es responsabilidad de los medios de comunicación. Si hubiese una buena comunicación muchos problemas probablemente se resolverían en menos tiempo. Muchas veces los medios se pierden por un titular y tratan estos temas como si estuvieran en la prensa del corazón, con una alegría y una imprecisión que es absoluta desinformación. Las sociedades responsables no pueden permitirse eso.