"Hay que mirar con el corazón. Lo que es más importante es invisible". La cita de El principito se escuchó ayer en el Staples Center de Los Angeles. Salió de la voz de Brooke Shields, amiga de Michael Jackson, como él niña estrella con una vida bajo los focos. Sus palabras y su emoción recogían el respeto y el espíritu que dominó el homenaje, que fue todo lo que los entregados fans, los amigos y la familia habían soñado: un adiós lleno de admiración, de reconocimiento y de alabanza que merece no el hombre sino el artista, definido ayer como "el mayor entertainer del mundo"; el padre, hijo y hermano; el filántropo.

Fue una mañana de música, imágenes, lágrimas, discursos, abrazos y aplausos. Y uno de los más potentes momentos lo creó el reverendo Al Sharpton, político negro que, a menudo, raya en el oportunismo, pero que ayer convirtió su sermón en imprescindible. "Michael rechazó que la gente decidiera sus barreras", exclamó poniendo en pie a los cerca de 20.000 asistentes al acto --emitido a todo el mundo por televisión e internet-- al rememorar como un símbolo y un artífice de la unión y de la superación de barreras raciales al hombre que vendió millones de discos, bailó como nadie y revolucionó los videoclips. "Logró unir a blancos, negros, asiáticos y latinos", dijo Sharpton.

DIFERENTE, NO EXTRAÑO Fue también Sharpton quien recogió el clamor que fans como el español Andrés Salinas --llegado desde Valencia-- repiten a quien quiera escucharles: "Esta sociedad no acepta a alguien diferente, y él era diferente".

Dirigiéndose a Prince, Paris y Blanket --los hijos de Jackson, sentados con la familia en la primera fila junto al escenario, a unos centímetros de distancia del féretro cubierto con rosas rojas--, Sharpton dijo: "No había nada extraño en vuestro padre. Lo extraño es lo que vuestro padre tuvo que soportar".

También una congresista negra, Sheila Jackson Lee, quiso contribuir a eliminar puntos oscuros. "Entendemos la constitución y las leyes y sabemos que la gente es inocente hasta que se demuestre lo contrario", decía, tratando de limpiar el nombre de quien nunca fue condenado en los tribunales, pero sobre el que desde 1993 pesó la sombra de relaciones con menores.

El mismo Staples donde Jackson ensayaba hasta la víspera de su muerte, donde los Lakers desatan pasiones y los conciertos y actos tienden al espectáculo, tenía ayer aire de templo. Y la religión era Michael. Ese espíritu lo potenciaron los productores y el director del homenaje, Kenny Ortega, que abrieron el recordatorio con la música de un coro y el gospel Soon and very soon . "No llores más, aleluya, vamos a verle, vamos a ver al rey".

A las palabras del pastor Lucius Smith siguieron Mariah Carey y Trey Lorenz resucitando el I´ll be there . Después, Queen Latifah habló a los fans de "la mayor estrella de la tierra" y leyó un poema de Maya Angelou --"Era nuestro y nosotros éramos suyos. Lo añoramos, pero sabemos que lo tenemos. We are the world (somos el mundo)"--.

La actuación de Lionel Ritchie, el hombre que compuso ese himno con Jackson para luchar contra el sida, precedió a las palabras de Berry Gordy, el fundador de la Motown, el hombre que vio dar sus primeros pasos musicales a Michael Jackson y sus cuatro hermanos, los primeros y únicos que, como recordó, lograron poner sus cuatro primeros discos en el número uno.Gordy recordó también cómo, en el 25º aniversario de la Motown, Jackson dio unos pasos que le marcarían para siempre y le ganarían imitadores como a pocos, ese moonwalk "mágico".

"Llamarle rey del pop no me parece suficiente", dijo el mítico Gordy. "Creo que es, simplemente, el mayor entertainer que ha vivido nunca".

Un vídeo recordó la talla del desaparecido como músico y como mucho más: la gran pantalla que presidía el escenario le retrató bailando, junto a presidentes como Ronald Reagan y Bill Clinton, en Africa, junto a Elizabeth Taylor, en Neverland, en su estrella en el paso de la fama, moonwalking ... Y la pantalla lanzó otra declaración de Jackson para pensar: "Sienta bien que se piense sobre uno como persona, no como personaje". Stevie Wonder creó en el piano otro de los momentos más mágicos de la mañana. Y sus palabras fueron también sentidas, memorables. "Este es un momento que desearía no haber visto. Pero sé que Dios es bueno. Sé que, por más que sintamos que lo necesitamos, Dios lo debe necesitar mucho más. Te dije muchas veces que te quiero, Michael, y eso me permite estar en paz".

Hubo mucho más: temas musicales interpretados por Jennifer Hudson, John Mayer y Usher; palabras y recuerdos de amigos, como Kobe Bryant y Magic Johnson, Shields, Smokey Robinson y los hijos de Martin Luther King; incluso la actuación de Shaheen Jafargholi, un niño que se hizo estrella en Gran Bretaña gracias a sus versiones de Jackson. Y aunque dos números iban a poner el punto final, fue la familia quien cerró, y de la forma más emocionante posible. Paris, la hija, intentó hablar. "Desde que nací, papi ha sido el mejor padre que se puede imaginar. Solo quiero decirte: te quiero tanto...". Las lágrimas pudieron con ella.

LAS AUSENCIAS Pese a la multitud que se reunió en el Staples Center, destacaron algunas ausencias. Así, la actriz Elizabeth Taylor declinó participar en el homenaje por considerarlo un "circo", según dijo en la red social Twitter. Por su parte, la cantante Diana Ross envió un mensaje al acto que leyó el también cantante Smokey Robinson: "Michael es parte de mi vida, un tesoro".