La cantante Amy Winehouse protagonizó ayer en Londres un esperado retorno, pero no a los escenarios, como querrían sus fans, sino a los juzgados. Floreada, veraniega, luciendo el moreno que le han dejado en la piel sus largas vacaciones de rehabilitación en el Caribe, la cantante acudió con el habitual circo mediático a cuestas al tribunal de primera instancia de Westminster, acompañada de su padre, Mitch, y de los guardaespaldas.

Amy Winehouse tuvo tiempo de esbozar algunas poses ante los fotógrafos apostados en masa a la entrada del edificio, a pesar de llegar tarde a la cita judicial, lo que obligó a su abogado a pedir disculpas al magistrado. La agresión de que se acusa a la cantante ocurrió el pasado 26 de septiembre, durante una gala benéfica en Berkley Square.

CAMBIO DE HUMOR Conocida por su afición a las drogas y la bebida, la artista accedió aquel día a que una admiradora, Sherene Flash, le hiciera una foto, pero en el momento de disparar reaccionó dándole un puñetazo en la cara y en un brazo. A preguntas del magistrado sobre el ataque, Amy Winehouse se declaró "inocente", antes de salir tambaleándose para encerrarse en una estancia contigua y recibir el consejo de los letrados. El juicio ha quedado fijado para el 23 de julio.

De momento, la denuncia impedirá a la cantante conseguir el permiso de entrada en Estados Unidos, donde debía actuar el próximo mes. La cita era en el festival Coachella, en California, donde tenía que acudir como invitada del cantante británico Paul McCartney.

De vuelta a Londres, tras pasar dos meses reponiendo fuerzas en la isla caribeña de Antigua, Amy Winehouse se ha ido a vivir a una nueva casa, a las afueras, que está equipada de un estudio de grabación. Su anterior vivienda, en el barrio londinense de Candem, había sido desvalijada por unos ladrones durante su ausencia.