Lo normal raras veces es noticia, pero cuando de quien se habla es de Britney Spears todo es posible. La cantante apareció el domingo en Los Angeles en los premios de vídeos musicales de la MTV, los mismos en los que el año pasado protagonizó una patética interpretación de Gimme more que confirmaba su bajo momento de forma profesional y en los que el año anterior se dio un sonado beso lésbico con Madonna. Esta vez no hubo escándalo ni debacle, sino lo dicho, normalidad. Y, como guinda, tres estatuillas, incluyendo la más preciada de vídeo del año por Piece of me. A nadie debería sorprenderle que se empiece a escuchar la palabra resurrección.

Incluso los más voraces blogueros que durante muchos meses se han empeñado en enterrarla se empezaron a rendir el domingo a la evidencia. Britney Spears se veía bien, muy bien, con un escotado vestido plateado de la firma Versace muy pegado a un cuerpo más curvilíneo que rechoncho y con su larga melena rubia ondulada.

Además, demostró que sus compañeros de profesión tienen sentimientos distintos a los de muchos medios de comunicación, al provocar simplemente con su aparición en el escenario que los artistas e invitados del público se pusieran en pie y la recibieran con una ovación.

No fue graciosa, ocurrente ni escandalosa, sino formal y algo sosa, tanto cuando leyó el guión que le marcaba el teleprompter para dar el pistoletazo de salida a la ceremonia como en un número pregrabado supuestamente cómico junto a Johan Hill, el actor de Supersalidos. Pero, lo más importante, se llevó los tres premios para los que estaba nominada, gracias a la votación popular: mejor vídeo femenino; vídeo pop y, el más importante, vídeo del año. La cantante recogió una de las estatuillas de manos de Paris Hilton, a quien le costó unos segundos ubicar dónde estaba el teleprompter que debía leer, y otra del jugador de los Los Angeles Lakers Kobe Bryant. Britney afirmó encontrarse "en shock". "No lo esperaba, es todo un honor, se lo dedico a mis fans", dijo la artista. Tras recoger los galardones y dar gracias a Dios, a sus hijos y a su compañía discográfica; Spears se enfrentó a los medios de comunicación.

Pero sus asesores exhibieron una clara intención de elevar al máximo la contención de posibles daños. En la sala de prensa, la cantante posó y sonrió, pero no hizo declaraciones. Mejor callar que abrir las compuertas a una riada de preguntas. Britney Spears, la cantante y artista, no la diana, ha vuelto. Al menos, de momento.