Carmen Maura tiene un currículo profesional impresionante y otro personal, digamos, complicado. Su primer marido la abandonó cuando le dijo que quería ser actriz. Y el segundo le dejó un legado de deudas millonarias. Sin embargo, con sus 64 años recién cumplidos, Maura reconoce que sigue siendo la misma que cuando empezó, aquella chavala madura que se puso bajo las órdenes de Fernando Colomo en Tigres de papel (1977), la primera película española en la que aparecía un porro. "En el set de rodaje sigo siendo la misma. Soy igual. Es increíble que no tenga mal rollo a pesar de la vida personal que he tenido", dijo.

Maura colocó ayer en su estantería, junto a cuatro Goyas y varios galardones de cine europeo, la Medalla de Oro de la Academia de Cine. Se lo entregó el presidente de la institución, Alex de la Iglesia, para quien trabajó en La Comunidad. El cineasta aseguró que Maura no es una actriz sino "la actriz".

Para Francis Ford Coppola, que la dirigió en Tetro, tuvo buenas palabras, pero solo en el terreno personal. "A Maribel Verdú y a mí nos trataron muy bien, pero a los argentinos les pagaron fatal. Y eso no debería ser así. Cuando un director se va a otro país a rodar porque le sale más barato eso no tiene que implicar bajar el sueldo a nadie, ¿no?", comentó. "Es la ventaja de ser mayor, que digo lo que quiero. Me trae sin cuidado que tal director me llame", añadió.

También reconoció que en su vida profesional solo una vez lo ha pasado "muy mal". Fue durante el rodaje de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). "Y no me pregunten más cosas porque eso es lo único que voy a decir", sentenció. Tras convertirse en su actriz fetiche, Maura protagonizó una sonada ruptura con Pedro Almodóvar que duró hasta el 2006, el año de Volver. "Desde el primer momento, Carmen se convirtió en el mejor instrumento para contar las historias que salían de mi Olivetti", dijo ayer el manchego en su recordatorio a los ochenta.