La princesa Charlène de Mónaco ha explicado por qué siempre parece que está triste, algo que no ha pasado por alto dentro y fuera del principado. Lo ha hecho en una entrevista en exclusiva para la revista 'Huisgenoot', de su país natal, Sudáfrica, para la que la exnadadora ha abierto su corazón, desvelando algunos secretos de su vida familiar.

La esposa de Alberto no tenido un buen año, ya que ha perdido a dos amigos en un intervalo muy corto de tiempo: "Murieron los dos en 10 días. Fue increíblemente doloroso". A esa tragedia suma la preocupación por el estado de salud de su padre, Michael Wittstock, que también tuvo que ser operado: "Este año definitivamente me dio un golpe bajo. La gente dice 'Oh, ¿por qué no sonríe en las fotos?'. Bueno, a veces es difícil sonreír. No saben lo que está pasando en el fondo", asegura la princesa consorte, de 41 años.

Otra de las confesiones de Charlène y que intenta explicar su habitual seriedad es la nostalgia que siente por su país y su gente: "Tengo el privilegio de tener esta vida, pero sí echo de menos a mi familia y amigos en el Sur de África y me pongo triste porque no siempre puedo estar allí para ellos". Reconoce que para ella muy importante tener en Mónaco a su hermano Gareth, su cuñada, Irish, y sus dos sobrinos. Una confesión que revela lo que es un secreto a voces, que Charlène no se siente cómoda en el ambiente principesco y entre la familia Grimaldi, especialmente difícil es la relación que tiene con sus cuñadas, las princesas Carolina y Estefanía de Mónaco.

Charléne y Alberto llevan seis años casados. Un matrimonio muy peculiar que muchos ven como una unión en la que prevalece el mutuo interés más que el amor. Incluso la prensa francesa publicó cuando se celebró la boda que Charlène de Mónaco se había comprometido en un contrato prenupcial a estar al lado de su marido cinco años.

Ver esta publicación en Instagram 2019 Una publicación compartida de HSH Princess Charlene (@hshprincesscharlene) el 3 Dic, 2019 a las 9:00 PST

En la entrevista, Charlène habla también de sus hijos, Jacques y Gabriella, con los que posa para el reportaje: "Es agotador, pero me dan mucha fuerza". Los niños son bilingües gracias al príncipe Alberto, que los habla tanto en inglés como en francés, y dan clases extraescolares de natación y gimnasia: "Vamos a ver cómo evolucionan, pero quiero que tengan una vida. Es difícil para mí creer que yo era tan solo tres años mayor de lo que ellos son ahora cuando empecé a entrenar para los Juegos Olímpicos. Nadaba 10 kilómetros al día con tan solo 8 años".

Charlène tiene claro a lo que se hubiera dedicado si el destino no la hubiera llevado hasta el palacio Grimaldi, desvelando uno de los aspectos más desconocidos de su pasado: "Es muy sencillo, haría todo lo que estoy haciendo ahora, pero sin el título.Ayudar a la gente y tratar de educar a los demás. Mi tío es misionero y trabajó en Japón y Australia, y está ahora en Zambia. De hecho, viajé dos veces con él para ayudarle a restaurar una escuela local. Me gusta ayudar donde puedo".