Joan Borràs lo tiene claro. El chef del Hostal Sant Salvador, en la Vall de Bianya (Gerona), no quiere tener la estrella Michelin que le concedieron en el 2006 los inspectores de la guía gastronómica más venerada del planeta. No quiere ser esclavo del prestigio que supone una medalla tan centelleante en su delantal. Borràs se ha recuperado de un tumor cerebral tras superar una operación a vida o muerte en febrero y los médicos le han pedido que se tome la vida con calma. Y eso pasa por apagar la estrella. "Es un planteamiento de vida nuevo. Le vi las orejas al lobo, tengo 41 años y quiero disfrutar de mi hijo". Poco después de la intervención quirúrgica, intentó seguir al ritmo de antes, pero ni quiso ni pudo. "Vi que no vale la pena, que no quiero dejar la otra parte de salud que me queda. Antes de entrar en quirófano --recuerda-- no sabía cómo iba a salir de ahí, si perdería la vista, el olfato, la sensibilidad o la movilidad de alguna parte del cuerpo". Así que, a partir de ahora, vivirá como si cocinara a fuego lento.

"El mundo de la hostelería es así, trabajas muchísimas horas. Y con la estrella, que deseaba mucho, llegó la esclavitud total, el no vivir. Me iba a meter en el cementerio". ¿Y ahora, qué? "Seguiré cocinando. Pero por gusto". Los cambios en la masía del siglo XV son inminentes. A partir de octubre, cerrará el piso de arriba, para convertirlo en una sala para tomar café o celebrar reuniones. Mantendrá como comedor la planta baja, donde cocinará para una sola mesa, de entre 6 y 18 personas, para comidas y cenas. Y solo trabajará con reservas. Se quedará solo al frente de los fogones y únicamente contará con uno o dos camareros.