La presión de la fama está afectando a Susan Boyle. La cantante escocesa permanece ingresada en la clínica psiquiátrica Priory, de Londres, donde fue conducida la noche del domingo tras sufrir una crisis nerviosa y presentar síntomas de agotamiento. El ingreso se produjo un día después de que Boyle perdiera, contra todo pronóstico, la final del concurso Britain´s got talent (en inglés, Gran Bretaña tiene talento ). Los organizadores del show llamaron a la policía que, en aplicación de la Ley de Salud Mental, la trasladaron en una ambulancia, voluntariamente, desde el hotel londinense donde se encontraba hasta el centro de reposo, frecuentado por celebridades con problemas de depresión y adicciones. "Susan solo quiere volver a su casa y ver a su gato", declaró su hermano Gerry después de hablar con ella por teléfono. "No está contenta, pero se encuentra algo más descansada", explicó. Las muestras de cariño que estaba recibiendo tras el disgusto de la derrota le estarían proporcionando, según Gerry, un gran apoyo.

Uno de los interesados por su salud es el primer ministro, Gordon Brown. "Espero que Susan Boyle se encuentre bien, porque es realmente una buena persona y creo que se va a recuperar", declaró durante una entrevista en televisión. Brown habló además con Simon Cowell y Piers Morgan, dos de los miembros del jurado del concurso, para interesarse por la paciente. "No quiere ver a nadie. Está recibiendo el mejor cuidado posible. Necesita dormir y comer", señaló Morgan, quien horas antes había considerado el segundo puesto para Boyle como "lo mejor que le ha podido pasar", porque "la presión de ganar" hubiera sido demasiado para ella. La inestabilidad emocional de la finalista había quedado patente la pasada semana, en que los nervios y la tensión de la espera se tradujeron en insultos, llantos y amenazas de no ir a la final.

El concurso despertó un interés inmenso, lo que se tradujo en una audiencia de 19,2 millones de espectadores, el 72% de toda la gente que en ese momento miraba la televisión. Finalmente, Boyle encajó ante las cámaras la derrota con aparente aplomo, alabando las virtudes de Diversity, la banda de danza callejera ganadora. La procesión, sin embargo, iba por dentro. Camino de los camerinos, perdió los nervios y gritó: "Odio este show. Lo odio", y le lanzó un vaso de agua a uno de los miembros del personal que intentó calmarla.

Su ingreso en una clínica ha disparado las críticas sobre los criterios de selección del concurso, al no tener en cuenta la vulnerabilidad especial de esta mujer de 48 años, que padece ciertas limitaciones mentales desde que nació y que ha tenido una vida afectiva y laboral muy restringida.

Lo cierto es que su éxito instantáneo y cósmico gracias a internet y las redes sociales ha desbordado a los propios organizadores. Boyle podría tener ahora una carrera muy lucrativa, especialmente en Estados Unidos, donde ya tendría apalabrada una gira. Otro proyecto es la grabación de un disco, algo que siempre había soñado.