Que la fama sirve para más que sumar seguidores compartiendo selfis en Instagram es algo que Dani Rovira comprendió hace mucho; él, de hecho, ya participaba en causas benéficas antes de convertirse en uno de los actores más taquilleros del país gracias a 'Ocho apellidos vascos' (2014). "Habría sido muy jodido morirme sin saber para qué viví", explica el malagueño, de 38 años. Una de esas causas es el síndrome de Rett, una enfermedad rara que sufren 2.000 niñas en España. Junto al padre de Martina, una de esas niñas, Rovira decidió recorrer en bicicleta los más de 1.500 kilómetros que separan Barcelona y Roma; y de ese viaje habla el documental 'Todos los caminos', que acaba de llegar a la cartelera.

Señor Rovira, ¿cómo se le pasó por la cabeza la idea de viajar de Barcelona a Roma en bicicleta? Ya sé que suena a disparate. Yo ya conocía a Paco, el padre de Martina; habíamos hecho juntos varias galas benéficas. Un día me llamó y me dijo que habían conseguido una audiencia con el Papa. Yo nunca he sido religioso, pero soy consciente de lo inspirador que algo así puede resultar para un creyente, y el tipo de acicate anímico que puede aportarle. Comprendimos que había que dar visibilidad al asunto, convertirlo en un evento. Ir a Roma en coche no tenía mérito, y llegar allí de rodillas era demasiado duro, así que decidimos hacer el viaje en bici. Y también pensamos en que, si esto no se grababa, era como si no hubiera sucedido.

Durante el viaje tuvieron un accidente que estuvo a punto de costarles la vida. ¿Qué efecto tuvo en usted? Tuve miedo, claro. Pero ninguno de nosotros se planteó abandonar el viaje a pesar de que, considerando el trance por el que acabábamos de pasar, habría sido del todo legítimo. Aparte de eso, el accidente me confirmó que la vida es una lotería. Un día te cruzas con el amor de tu vida y al siguiente te atropella un coche o te detectan una enfermedad rara.

Dani Rovira, ante el espejo. / EFE

¿Cuándo empezó a implicarse en causas humanitarias? Creo que es algo que me viene de fábrica, aunque durante un tiempo simplemente lo manifesté ondeando pancartas o haciendo voluntariado en alguna asociación. Pero, después de 'Ocho apellidos vascos', me di cuenta de que ese éxito y esa fama debían servir para algo útil. Crear la fundación Ochotumbao junto a Clara [la actriz Clara Lago, compañera sentimental de Rovira] fue una manera de formalizar ese interés; la idea fue usar nuestra fama para dar visibilidad a toda asociación benéfica que trabaje con animales, medioambiente o personas, y que de otro modo no tendría la oportunidad de ser 'trending topic'. Y es lo más bonito que me ha pasado, porque he aprendido mucho.

¿Qué ha aprendido? Entre otras cosas, que altruismo no es más que una palabra bonita. El altruismo no existe: no hay nada que des sin recibir algo a cambio. Para mí, acostarme por la noche sabiendo que he dado algo a alguien ya es una gratificación. Y recibir el cariño de mucha gente que necesita auxilio me hace sentir genial.

Por otra parte, al leer los periódicos y ver cómo está el mundo, ¿no siente que se está esforzando en balde? No, siempre merece la pena. Hay gente que dice, “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”, pero yo no soy así. Yo digo: “Si no quieres ayudar, me parece bien, pero al menos no des por saco”. Muy a menudo he recibido críticas por mi trabajo con Ochotumbao de gente que tiene hijos; y es muy difícil explicar a esa gente que lo que hacemos es precisamente por esos niños, para intentar dejarles un mundo un poco mejor.

'Todos los caminos' ha llegado a las carteleras este viernes. / EFE

Su ascenso en el mundo del cine fue meteórico. No debió de resultarle fácil asimilarlo. Sí, me costó mucho acostumbrarme a estar permanentemente en el ojo del huracán. En cuanto me hice famoso, sentí que todos empezaban a odiarme; incluso quienes me habían reído las gracias me insultaban en Twitter. Es algo muy español, ¿no? Se suponía que debía disfrutar de lo que me estaba pasando, pero en cambio me resultaba muy estresante. Ahora, pasados cuatro o cinco años, estoy empezando a disfrutar de ello, lo vivo de forma más relajada.

Hablando del odio y de la intolerancia que se extienden a través de las redes sociales, ¿qué opina de lo que les ha sucedido recientemente a compañeros de profesión como Dani Mateo? Yo me pregunto: ¿qué diablos nos pasa? ¿Por qué estamos tan cabreados? Todos llevamos dentro a un ofendido, a un pequeño nazi, y con las redes sociales la masa enfurecida tiene mucho poder. Es una época complicada para la comedia. Cualquier chiste que hagas corre el riesgo de dar lugar a malentendidos y tergiversaciones. Pero, maldita sea, es solo un chiste. Si seguimos así, nos vamos a cargar la cultura, y convertiremos nuestro mundo en un lugar muy aburrido. Vamos a relajarnos todos un poquito, ¿vale?