Sarah Ferguson se refugió ayer en Los Angeles, en casa de unos amigos, lejos de las cámaras. Nadie sabe si cuando regrese al Reino Unido tendrá un lugar donde vivir. Endeudada hasta las cejas, la duquesa de York residía hasta ahora en una habitación de la vivienda que le cedió la reina a su exmarido, el príncipe Andrés, en Windsor. La vuelta al llamado Royal Lodge se presenta para ella más que complicada, tras haber sido filmada pidiendo medio millón de libras (575.000 euros) a un supuesto hombre de negocios por facilitar el acceso al padre de sus hijas.

El reportero, Mazher Mahmood, es el mismo que enredó en una jugada similar a su cuñada, Sofía, condesa de Wessex. Si entonces se disfrazó de jeque árabe, esta vez prefirió presentarse como un magnate internacional. Andrés, que el domingo volvió de un viaje por el Lejano Oriente, debía reunirse ayer con Isabel II y los asesores de palacio para estudiar las repercusiones del escándalo. El segundo hijo de la soberana niega conocer los trapicheos de su ex pero, en un momento de la grabación, esta da a entender lo contrario.

A LA DESESPERADA Los amigos de la duquesa afirman que actuó a la desesperada. Una firma de abogados de Londres mantiene una denuncia contra ella por el impago de más de 230.000 euros; si pierde el proceso, deberá declararse en bancarrota. El pasado año, sus negocios en EEUU se hundieron dejando unas deudas por valor de 700.000 euros. La que fue nuera real ha perdido sus dos contratos más sustanciosos, incluido el de embajadora de la firma de adelgazantes Weight Watchers.

En la grabación secreta, Ferguson le cuenta a su interlocutor que la asignación anual que le pasa su exmarido es de 17.500 euros. "No tengo ni para un orinal donde mear", afirma muy finamente la duquesa, que el sábado acudió a la fiesta de aniversario de Naomi Campbell en la Costa Azul.