Aprendió a hacer punto con Joanne Woodward y a apostar en las carreras con Jack Lemmon y Walther Matthau. Se sentó en el porche de la casa de Bette Davis discutiendo sus problemas matrimoniales y bebió Dom Pérignon en el Ford Thunderbird de Marilyn Monroe mientras ella censuraba algunas de sus fotografías. Lawrence Schiller, fotoperiodista y, con los años, director de telefilmes, se codeó con todas y cada una de las estrellas de la época dorada de Hollywood y llegó a retratarlas dentro y fuera de los rodajes con una intimidad que pocos han logrado. El trabajo se expone hasta el viernes en la joyería Asprey de Londres.

Schiller, cuyo objetivo también presenció momentos clave de la historia de EEUU como la detención del asesino de John F. Kennedy y las lágrimas de la señora Nixon cuando su marido perdió las elecciones, seguía siempre la máxima que le enseñó el editor fotográfico de la revista Time : "Como mucho te daré cuatro páginas... pero mejor cuéntalo en una sola foto". Así que cuando fotografía a Paul Newman y Joanne Woodward en 1967 cuenta la historia de un matrimonio en el que "él es el hombre con el que todas las mujeres del planeta querrían acostarse y luego está ella, de la que él está locamente enamorado".

Y cuando su objetivo apunta a Marilyn Monroe en el plató del rodaje de Something´s got to give, la última e inacabada película en la que participó la actriz meses antes de morir (1962), Schiller retrata la inseguridad de una mujer que rebosa atractivo y sensualidad y que, deprimida como está, no encuentra la manera de cumplir con el director. Con 72 años, y más de 50 de trabajo, Schiller reconoce que su colección de instantáneas, en las que figuran desde Robert Kennedy hasta Barbra Streisand, pasando por Alfred Hitchcock, Dennis Hopper y los Jackson Five, son una ventana a una época en la que la gente tenía una perspectiva más positiva de la vida.