"Escucho con mis ojos a los muertos".

Paseo de Gracia/plaza de Catalunya, en la actualidad: desde un puesto de helados se ve la boca del metro, el chaflán de la calle de Casp, con la tienda Gonzalo Comella en los bajos, a la izquierda un banco de Gaudí. Pasan turistas con mochilas y barceloneses con bolsas de compras. Paseo de Gracia/plaza de Catalunya, 16 de enero de 1939, en el mismo lugar: la familia que desfila ante la cámara va cargada con hatillos de mantas y una pequeña fiambrera, lo poco que se han llevado al huir de su casa.

Barcelona estaba abarrotada de fugitivos por el avance de las tropas franquistas en Tarragona, y muchos de ellos no dejaron de andar hasta llegar a Francia.

Entre el 15 y el 28 de enero de 1939, Robert Capa acompañó a miles de refugiados en su exilio. Familias derrotadas por la guerra, con los hombres muertos, prisioneros o en el frente, como la de la foto: un anciano con barretina, cuatro mujeres y una niña. Con una mano coge la de su madre, o su hermana mayor, con la otra aguanta su falda.

Esos días, Capa, casi tan derrotado como los protagonistas de sus fotos, tomó algunas de las imágenes más emotivas de su carrera. La épica de la derrota muchas veces es más intensa que la de la victoria, y ante un éxodo bíblico no hay trucos.

"Les acompañé y me maravillé de la orgullosa calma con que sobrellevan su destino y renuncian a casi todo lo que pertenecía a sus vidas. Centenares y centenares de miles he visto huir, en dos naciones, España y China. Y temo que cientos de miles más se vean pronto sufriendo el mismo destino", escribió, profético, para explicar las fotos a sus editores en París y Nueva York.

Tras fotografiar a los fugitivos de Tarragona el 15 de enero, recorrió las calles de Barcelona. Llegó hasta el centro de refugiados donde se agolpaban ancianos, mujeres solas, niñas, montañas de sacos, garrafas de aceite, mantas y colchones enrrollados. Allí, el reportero recoge una de sus imágenes más intensas: una niña de pelo negro y corto, recostada sobre unos sacos, agotada, le sigue con su mirada. "Es difícil trabajar bajo esta mirada. No es fácil estar en este lugar y no ser capaz de hacer nada más que registrar el sufrimiento que los otros deben soportar", escribe el reportero. En el año 1939, el Robert Capa de la derrota ya no era el mismo que el de la primera aventura inconsciente del año 1936.