Las apariencias, aquí, no engañan. Darse un garbeo por un salón de moda masculina como el Pitti Uomo eleva el listón al que nos tienen acostumbrados los hombres de cualquier ciudad europea, al menos en lo que a vestimenta se refiere. Esta feria, ubicada dentro de los muros de la Fortezza da Basso, trasviste durante cuatro días y noches la ciudad del David de Miguel Angel y de tantas otras esculturas en cueros. Son ya 74 ediciones; la última, este verano, con más de 20.000 asistentes entre compradores, exhibidores, diseñadores, periodistas, cazadores de tendencias y demás pieles. Por aquí han desfilado desde el francés Philippe Stark --que no se arruga y que, además, ahora también diseña ropa-- hasta el japonés Jun Takahashi, a quien abrieron los jardines de Boboli para su desfile. El capo de todo esto, Raffaello Napoleone, administrador delegado del Pitti, recurre al tópico de "lo que aquí se mueve es el escaparate de lo que vendrá", y quiere acallar el taconeo insistente de informaciones que hablan de más caídas de ventas, de cierres de tiendas y de fuertes concentraciones en lo que atañe a la distribución de la ropa.

Pero más que en las cifras, mejor fijarse en la ropa, en las etiquetas. Hemos preguntado a los que saben qué es lo que se llevará. Y lo hemos hecho más allá de la presencia española --o quizá habría que decir catalana--, limitada en el último Pitti a las firmas Desigual, Custo Barcelona y Armand Basi.

"En tiempos de crisis, hay que buscar soluciones vitales, energéticas, más color", propone el empresario Nelson Chan, que trabaja para The Swank Shop, el negocio de moda más importante de Hong Kong. Un hombre convencido de que "si quieres tener una mirada de 360 grados sobre la moda de hombre hay que venir a Pitti y entender muy bien también los desfiles de Milán, París y Londres". A partir de ahí, que cada uno cree su estilo en el escaparate de la moda global.